«Vivir es bailar la danza de la muerte«

Como en aquella mítica escena de la película Seven, como en los famosos minutos finales de Sospechosos Habituales, Deathco cobra verdaderos sentido cuando alcanza el último tomo de su andadura. Su escena final, su reflexión y la turbia y desesperanzada reflexión que encierran sus últimas páginas hacen que el resto del relato adquiera, de pronto, coherencia y llama al lector a volver a aproximarse a la obra de Atsushi Kaneko, para descubrirla de nuevo, esta vez con una perspectiva renovada. ECC ha perseverado en la publicación de este inclasificable manga y ha obtenido el premio de una obra en su catálogo que puede considerarse automáticamente de culto. Una de esas joyas (como lo fue Crows y como lo está siendo Dorohedoro) que hacen que la editorial catalana tenga ya un estilo editorial propio en cuanto al manga se refiere.

Y es que ECC no ha podido apostar por el shonen de multitudes (llegó tarde al mercado como para poder pujar por un One Piece o por My Hero Academia), pero ha optado en su lugar por cubrir un nicho algo más alternativo que los aficionados hemos agradecido mucho que se generalice un poco más en nuestro país. Deathco, la obra completa de Shun Umezawa (Utopías, Con Uno y Noventa y Nueve), o el antes mencionado manga de Q-Hayashida contienen relatos que se alejan del brillante shonen, del shojo de tonos pastel e incluso del más serio seinen para adentrarse en el terreno de lo marginal, del feísmo y de un estilo narrativo más cercano al europeo, en el que la historia es una herramienta más para que el autor o autora pueda plasmar su visión sobre la vida.

«Ella es la muerte y ha venido a matar a Madam«

Comenzamos el último tomo de esta colección con Madam M, Li y Deathco a la fuga mientras que los reapers de todo el mundo (vaya, esto me recuerda demasiado a John Wick) tratan de cazar a la que fuera en su día la asesina más ágil y despiadada de la organización Guild. Ese número representa una huida sin esperanza no de la muerte, sino de aquella muerte en la que uno no tiene ni voz ni voto. Madam M hace tiempo que decidió que sólo Deathco sería la que podría tomar su vida y no puede permitir que un puñado de asesinos cambie el destino que ella misma ha planeado. Mientras, la protagonista de este manga va apagándose, aburrida ante la inactividad asesina que ha de mantener entre huida y huida. Las cosas, como no podría ser de otro modo, terminarán llegando a un punto de no retorno, pero no será hasta que ese momento quede atrás que la autora contará su chiste final. Aquel que explica todos los que hemos leído hasta el momento.

Deathco #7

La moraleja de esta obra es casi la misma que la frase que da título a esta reseña. La muerte es absurda, la muerte no tiene sentido, la muerte es imprevisible. Pero nadie, ni nada, escapa a la muerte ni nadie, ni nada, es dueño por completo de su propio destino final. Kaneko nos planta una reflexión que puede parecer fatalista (en cierto modo lo es), pero que realmente nos obliga a replantearnos nuestras prioridades. Si no somos dueños de nuestros destinos, si mañana podría caernos un piano de cola en la cabeza y espachurrarnos contra el suelo, ¿son de verdad tan importantes las cosas que no nos dejan dormir? ¿No deberíamos, quizás, tratar de disfrutar de cada instante que la muerte nos regala en lugar de vivir atormentados por su alargada sombra? Quiero creer que esta es la verdadera reflexión tras el final de esta colección.

O eso o, simplemente, la vida, como la muerte, no es más que un chiste absurdo.