Bill Willingham hace una interesantísima reflexión en el prólogo del tomo que pone el broche a la edición de lujo de Fábulas publicada por ECC Ediciones y que se resume en la idea de que las historias no tienen final.
Todas las historias tienen siempre nuevos lectores y se reproducen en diferentes soportes e idiomas que amplían el público potencial. Nosotros mismos, a través de esta edición en tapa dura de Fábulas nos hemos acercado a la obra sin ser los lectores que habría imaginado el autor cuando arrancó su publicación en 2002. Incluso para quienes ya conocieran la obra, esta reedición ha supuesto la oportunidad de recordar sensaciones y reinterpretar aspectos que quizás ahora han visto de otra forma. Las historias que para unos terminan son mundos por descubrir para otros tantos.
Ya en su origen Fábulas nació con esta intención de reescribir los cuentos clásicos y presentarlos a nuevas audiencias. Personajes como Blancanieves, Cenicienta o Pinocho aunque nos resultaban familiares, nunca se nos habían presentado así, lo que le otorgaba a Fábulas un atractivo especial. La magia de Willingham nos puso a todos al mismo nivel. Conocíamos el pasado de sus personajes (un pasado que se esmeró en conservar y convertir en la base de su historia), pero no su presente, ni su futuro.
Así, página a página y tomo a tomo fuimos descubriendo un relato que siempre buscaba la forma de sorprender y ofrecer diferentes experiencias; subrayando ese hecho primario de que las historias de Bella y Bestia o Caperucita y el Lobo no habían terminado, sino que iban mucho más allá, tanto como la imaginación alcancase.
Esta «despedida» apunta precisamente hacia esa idea. Sí, en sus páginas este Libro Quince narra una última gran aventura y cierra las tramas que pudieran quedar abiertas de volúmenes anteriores. Pero al mismo tiempo abre la puerta para que nos imaginemos cómo pueden continuar las vidas de sus protagonistas a partir de aquí. A la trama principal la salpican breves relatos de algunos personajes que narran sus «últimas historias». Algunas como las de Simbad o Bella y Bestia podrían dar pie ¿quién sabe? a nuevas aventuras, mientras que otras como la de Bella Durmiente sí tiene un sabor más a despedida. Las hay incluso que hacen alarde de la metaficción y emplazan al lector a no abandonar Fábulas para que esta no finalice nunca.
Sea como fuere, la sensación con la que uno sale de Fábulas es de que aún queda mucho descubrir, puede que por el propio Willingham o por alguien que coja el testigo y se aventure a narrar nuevos relatos, o puede que nosotros mismos a través de la imaginación. Y puede que incluso volviendo al primer tomo y arrancando una nueva lectura que nos permita ver detalles en los que antes no reparamos o que nos haga ver a los personajes de forma diferente. O yendo a recomendársela a un familiar o amigo. Más que un final, este último tomo de Fábulas nos proporciona un nuevo principio.
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