Tan pronto como llegó, se acabó. Las ocho muertes de Spiderman se despide con una entrega final que prácticamente cede el testigo al Juggernaut, que no a Cain Marko. El otrora villano de la Patrulla-X, ahora aliado y compañero de Cíclope y compañía, ya pedía paso en la anterior entrega de la saga, pero es ahora cuando se desata por completo, reclamando su independencia respecto a Cyttorak.

 

«No quiero volver a hacer magia nunca…»

 

Y aunque el discurso del hermano de Charles Xavier sea un tanto manido (son mis amigos los que me dan la fuerza para seguir), funciona en los términos que marca la historia ideada por Joe Kelly que intenta combatir la idea de la futilidad de la vida a largo -larguísimo- plazo, con la importancia de la misma y de nuestras acciones en el momento presente.

 

Ahí es donde reside el gran problema que ha arrastrado esta saga. Se ha planteado una pelea imposible y una derrota incontestable de la que es imposible levantarse. Kelly y compañía han dado a Spiderman la conciencia de una hormiga respecto al mundo de los humanos. Sobre el papel podría haber dado lugar a una interesante reflexión, pero en la dinámica de una serie protagonizada por superhéroes con el bien siempre prevaleciendo sobre las adversidades, ha supuesto llegar a un callejón del que solo se ha podido salir sacando distintos conejos de la chistera. En cuanto Las ocho muertes de Spiderman se alejó de su premisa inicial (Spidey compitiendo contra ocho demonios por la salvaguarda de la Tierra), la aventura se vino abajo.

 

 

¿La consecuencia? Aliados intermitentes (si pestañeas, te pierdes las apariciones de la Patrulla-X) y enemigos que sí pero no y trucos mágicos para dar carpetazo a las amenazas. Una saga que no pasará de la mera anécdota (más en guion que en dibujo, ahí está el gran hacer de Mark Buckingham en el inicio de este número, por ejemplo), pero que deja imágenes tan improbables como divertidas. Principalmente la de ver a Spiderman pedir consejo a Juggernaut y, sobre todo, verse él mismo imbuido por el poder de Cyttorak. Quizás el diseño de Ed McGuiness no sea el más acertado (al menos a nosotros nos lleva irremediablemente al terrorífico Rek-Rap nacido en Red Oscura), pero ahí está. Su futurible muñeco será carne de coleccionismo.

 

Con este número #40 se cierra la incursión de Spiderman en Un mundo bajo Muerte, pero sigue sin arrancar la nueva etapa -en cuyo arranque encontraremos a Pepe Larraz-, que aún se demorará otra entrega porque antes nos espera un especial firmado nada menos que por el cineasta Kevin Smith.