«Y en ese momento supe, lo supe, que no se puede ser más feliz«
Cuarta entrega del Batman absoluto con el que Scott Snyder está explorando una Gotham en la que Bruce Wayne no lo ha tenido tan ‘fácil’ para convertirse en el Caballero Oscuro y nos encontramos con la llegada a los pinceles de Gabriel Hernández Walta, mientras que Nick Dragotta se divide entre el dibujo y el guión de esta serie. Esto contribuye a que, entre los dos, puedan contar una historia en tres tiempos que retrocede al pasado para mostrarnos el momento del juicio a Joe Chill, por una parte, los primeros pasos de Wayne como Batman, por otra, y el trabajo de clase por el que un joven Bruce logró el premio de ir al zoo que, a la postre, le costaría la vida a su padre. Esta triple visión sirve para enseñarnos un par de puntos clave de este nuevo Batman: su adaptabilidad y su capacidad para ser más de lo que la gente cree que se puede esperar de él.
Ya hemos visto en los tres números anteriores que este Batman es más duro, más expeditivo, que se corta mucho menos a la hora de infligir dolor a sus enemigos. El porqué de esta manera de actuar lo descubrimos al ver cómo funciona la mente del pequeño Bruce a la hora de tratar de diseñar un puente para zonas en guerra. Los tres diseños que nos presenta (todos basados, como no, en el murciélago) son perfectamente válidos, pero Bruce no se siente a gusto hasta que no alcanza una variante capaz de ir más allá, de poner en manos de los habitantes de la zona en cuestión una herramienta que no sólo les ayude a salvarse, sino que les convierta en dueños de sus propios destinos. Esta manera de pensar la vemos luego reflejada en el momento en el que el joven se pone a diseñar el traje con el que va a patrullar las calles de Gotham.
«Para el murciélago no hay nada imposible, a pesar de lo que te digan«
La gracia de esto es que cada uno de sus intentos anteriores vuelve, una vez más, a ser funcional (el traje con colmillos me recuerda a algunos que hemos visto en el pasado de este personaje con más de ochenta años de antigüedad), por lo que sus diferentes apariciones con distintos aspectos contribuyen de alguna forma a engrandecer el mito alrededor de la figura del Hombre Murciélago que se enfrenta a los malhechores de la ciudad gótica. Pero no es hasta que Wayne da con una manera de ser rápido, poderoso y llamativo (la teatralidad siempre ha sido importante a la hora de infundir temor) que se da por satisfecho y cuando lo consigue lo que ha construido excede por mucho a lo que siempre habíamos esperado del héroe y justiciero.

Absolute Batman #4
Esto nos lleva a la tercera escena que se cuenta en esta grapa y al críptico final de la misma. Un destrozado Bruce opta por salir al estrado a hablar durante el juicio al asesino de sus padres y declarar allí su odio eterno por quien le había privado para siempre de la capacidad para ser feliz y esto enlaza con una escena del Bruce actual yendo a visitar de nuevo al asesino confeso de su progenitor con la esperanza de… ¿de qué? Ahí está la incógnita. Absolute Batman #4 continua con el ritmo altísimo de sus predecesoras, aunque con un cambio en el apartado gráfico que casi preferiría que fuera puntual y no perenne.
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