Norma Editorial publica Tenemos demonios, el particular acercamiento de Scott Snyder y Greg Capullo (la afamada pareja creativa que dio alas a Batman durante los ya olvidados Nuevos 52) a la eterna lucha entre ángeles y demonios por el futuro de la humanidad. Las cuestiones de fe y espiritualidad están presentes, como no podía ser de otra forma, pero se combinan con una naturaleza de ciencia ficción fantástica que es la que aporta la novedad al arquetípico planteamiento.
«¿Existe mayor muestra fe que tener un hijo?»
Siendo el qué un tanto predecible, lo importante de Tenemos demonios es el cómo, empezando por el dibujo de Capullo, muy atinado a la hora de reflejar la evolución de Lam, la protagonista, a medida que va descubriendo la verdad sobre el mundo; pero también en el diseño de los demonios y en la puesta en escena de las secuencias que toman un cariz más terrorífico. Si seguís la carrera del veterano ilustrador (cuenta ya con 62 años), su arte es ya argumento suficiente para disfrutar de esta fantasía de acción.
En el cómo tiene también bastante que decir Snyder, su guionista. En la primera página ya condiciona las expectativas de la audiencia anunciando que esta obra trata sobre la caída de la humanidad, es decir, la batalla ya está perdida y lo que vamos a ver es cómo se perdió. Pero ahí no quedan los juegos del escritor para intentar darle una vuelta de tuerca al concepto inicial. Así, para aumentar el interés, ofrece una narración en primera persona por parte de los dos principales protagonistas de la historia (Gus y Lam, el monstruo y la chica de la portada). El primer número tiene a Lam como narradora, siendo el segundo guiado por el demonio, mientras que el tercero se relata a dos voces, aunque con Lam gozando de algo más de espacio.
Esto permite, dado lo comprimido de la aventura (solo ocho capítulos divididos en los tres citados números), presentar dos perspectivas y hacer más grande el escenario, ambientado en el presente, pero que tan pronto mira al pasado de Lam, como se traslada a la prehistoria. Aquí también tiene mucha importancia el imaginario con el que trabajan los autores. El mundo de Tenemos demonios está lleno de objetos de poder y simbología de los que solo rascamos la superficie, los que afectan directamente a sus protagonistas, pero Snyder y Capullo dejan que nos asomemos a su mundo para que vuele la imaginación y nos preguntemos si la legendaria Excalibur o la Tizona del Cid Campeador pudieron tener un poder real en este mundo. Más allá de la trama concerniente a Lam y Gus, Tenemos demonios tiene la habilidad de atraparnos en su mundo, que se revela como contenedor de grandes y muy variadas historias aún por descubrir.
Con un ritmo bastante ágil y ducho en proponer giros argumentales (ahí entra el recurso de crearnos unas expectativas iniciales), Tenemos que hablar es una lectura sumamente amena. Se trata de una fantasía que apela a un tipo de lector que conoce los modos y los lugares comunes de la propuesta que se le plantea y cuya mayor pretensión es la de hacernos pasar un buen rato. Narra la lucha entre el bien y el mal a través del relato iniciático de Lam. Hoy, descreídos que somos, tildamos de predecible o aburrido el tipo de historias que hace no tanto ansiábamos por descubrir en kioskos o videoclubs.
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