Teníamos pendiente hablar de La familia de la casa de muñecas, una de las propuestas más interesantes del sello Hill House Comics que publica en España ECC Ediciones. Mike Carey  (que firma como M.R. Carey) y Peter Gross, artífices de esta aventura juegan con diferentes terrores y géneros en un ejercicio que, curiosamente, recuerda mucho más al trabajo de Stephen King que algunas de las propuestas presentadas por Joe Hill para la línea. Lejos de resultar baladí, esta apreciación refleja las intenciones de DC Comics y Joe Hill con el proyecto. Jugando con elementos de lo más dispares, todas las obras de Hill House Comics defienden (y entienden) el terror en la misma línea que el maestro de Maine.

«Antes no era mala, pero ahora siempre lo es»

En La familia de la casa de muñecas conocemos y seguimos a Alice desde que es una niña hasta que, ya de adulta, ha de enfrentarse a los demonios que la atemorizaron años atrás y que siempre la han estado acechando, aguardando su momento. En paralelo descubrimos los orígenes de la casa de muñecas que la atormenta, así como muchos de los secretos que guarda. En muchos aspectos la obra de Carey y Gross recuerda a la mítica It del citado King: la estructura del conflicto de Alice con la amenaza a la que debe enfrentarse, el tratamiento del terror infantil (el real y el de corte fantástico) y la perspectiva que adquiere en la adultez, la naturaleza del mal que protagoniza la obra… La influencia es inequívoca, por más que los contextos y situaciones sean distintos.

Partiendo de una situación de una -aún- trágica cotidianeidad (la problemática de los malos tratos en el seno familiar), la obra afronta los miedos de su protagonista y en la forma que tiene para afrontarlos, ya sea desde el instinto de huída, buscando un refugio en el que poder evadirse de su realidad; o encarándolos con valentía y determinación. A pesar del carácter fantástico del terror, La familia de la casa de muñecas nunca pierde el contacto con la realidad de los personajes, al menos hasta llegar al desenlace. En la recta final, cuando ha de resolverse la trama Carey deja que la magia haga su trabajo, permitiéndose unos excesos poco verosímiles según el propio relato. Con todo, la sensación de satisfacción una vez leída la aventura es palpable.

Mención merece también el trabajo de Gross y Vince Locke (el primero aboceta y el segundo finaliza el dibujo) a la hora de retratar las emciones de los personajes (las caras son casi siempre muy expresivas, algo que resulta fundamental para empatizar con ellos y sus circunstancias) y las originalísimas portadas de Jessica Dalva. El tomo se complementa, como las otras obras que hemos repasado de Hill House Comics, con una entrevista a los autores y la descripción de la propuesta original, así como las portadas alternativas con las que se presentó el cómic en el mercado anglosajón.