«Y por los siete infiernos, ¿qué hace mi hermana aquí?«
Hay gente que come mientras ve las noticias en la tele. Otros lo hacen con Los Simpson (o lo hacían). Mi pareja y yo lo hacemos desde hace unos meses viendo la serie de dibujos animados Steven Universe. Cada día caen uno o dos capítulos de la serie de Cartoon Network creada por Rebecca Sugar y el motivo por el que nos hemos enganchado a este producto en apariencia infantil (con un montón de detalles muy adultos) no ha sido tan sólo el rico universo que ha creado su autora o las tramas que se van complicando paulatinamente a lo largo de las temporadas, sino, casi por encima de ello, la distinta manera en la que esta producción nos cuenta que se pueden resolver los conflictos clásicos de las series con seres super-poderosos, o de las historias que nos hemos hartado a leer, ver y jugar desde hace décadas. Frente a la hipervitaminación, los arcos de entrenamiento y la aparición de nuevos poderes, Sugar nos planta a unos personajes que recurren al diálogo, a analizar sus propios demonios personales y a crecer de una manera orgánica de capítulo en capítulo. Y esto, que pudiera parecer lógico y sensato, supone un verdadero cambio y una apuesta de lo más atrevido dentro del campo de la animación.
Digo todo esto porque hoy, tras la lectura de Thor #17 (#124), me encuentro con que Donny Cates ha propuesto algo muy similar para el protagonista de su cabecera en Marvel. El número anterior nos dejaba con Thor y Odín chorreando sangre mientras contemplaban atónitos a una guerrera Freyja y a una desafiante Angela emerger de los restos de un monstruo caníbal. Sin embargo, la grapa que pone hoy en nuestras manos Panini baja muy rápido las revoluciones del motor para proponer una idea loquísima: que los integrantes de la familia real asgardiana hablen entre ellos de sus problemas y que Thor aprenda a ser un mejor rey de su padre a la vez que Odín trata de ser una mejor persona prestando atención a su hijo predilecto.
«Después de que nos… separásemos, me sentí preocupada por ti«
Por detrás se están proponiendo muchas cosas. Como que Freyja era más que consciente del linaje de sangre de su hijo y de las infidelidades de Odín. Como que es muy probable que esto fuera uno de los detonantes de la separación de ambos personajes tras el final feliz que les daba Jason Aaron en su etapa. O como que Angela se ha autoimpuesto la tarea de ‘auditar’ a los asgardianos para evitar que sus peleas afecten al resto de los Reinos (y más concretamente al suyo). Pero lo principal es lo que se habla en este número final de Revelaciones, un número sin demasiados secretos al fin a la luz, pero con la idea de cambiar el rumbo de acción de Thor como rey de Asgard y del emérito de su padre. Me parece muy bien, siempre y cuando no se quede todo en una sarta de intenciones sin un traslado directo a las páginas del cómic.
Porque ahora la trama se va de viaje a a busca y captura de Mjolnir y todos estos temas parecen quedar aparcados. Seguirán latiendo de fondo, lo sé, pero no hay nada como una aventura nueva y un flamante villano a estrenar para que a los personajes de toda la vida se les olviden sus dramas y vuelvan a esconder a sus demonios, en lugar de conocerlos antes de poder conjurarlos de una vez de sus vidas. Cates ha introducido en la colección la posibilidad de un verdadero crecimiento para muchos de sus personajes. Veremos en qué queda todo esto a largo plazo.
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