«Es Satanás, señor Constantine«
Si alguien me pregunta por mi héroe favorito de todos los tiempos probablemente conteste que ese no es otro que… Batman. Si me piden el top 3, entonces abriría la mano para incluir a Lobezno y a Luffy. Tengo claro que John Constantine no estaría ni en los diez ni en los cien primeros puestos de ninguna lista de héroes. Pero no lo haría porque referirse a él como un héroe sería insultar a su reputación y a su manera de ser. Como personaje que se mueve en la zona de los grises, sin embargo, no hay otro igual para un servidor. Ni Deadpool, ni Lobo, ni nadie que se le parezca. Constantine es una creación mágica que desprende un aura de carisma que sólo rivaliza con su aroma inconfundible a tabaco y a noches desagradables por los bajos fondos de la capital de Reino Unido.
Ahora ECC edita en España el tomo recopilatorio que DC y Vertigo han publicado para celebrar el treinta aniversario del mago británico. Un tomo que recoge, si no lo mejor de John, sí un acertado recorrido cronológico por algunas de sus etapas más sonada, comenzando con esa estupenda primera aparición en las páginas de La Cosa del Pantano a manos de un Alan Moore en la plenitud de sus facultades. El volumen, que la editorial española ha tratado con mimo y que viene acompañado por una divertida e interesante introducción de Sting (en cuyo aspecto se basa el personaje) y una completa y detalladísima cronología del personaje a través de las eras, desde la Prehistoria y hasta el Fin de los Tiempos. El volumen, por algo menos de treinta euros, es un golpe a la nostalgia de quienes adoramos al personaje y un perfecto anzuelo para los que aún no sabéis cuánto necesitáis a este bribón en vuestras vidas.
«Siempre has tenido esa vena mezquina, ¿verdad?«
Es alucinante como un personaje capaz de sacrificar a sus amigos y a su familia por seguir vivo un día más puede generar una atracción tan fuerte en los lectores. Constantine es tóxico, malhablado, sexista y peligroso, pero tiene un je ne sais quoi que le hace irresistible. Quizás tenga que ver con ese fondo ruin y mezquino que todos tenemos y que nos esforzamos en tapar con capas y más capas de actos nobles y honorables. El viejo tío John representa todos los deseos reprimidos y las maldades que nos callamos y es, además, un tipo siempre en el camino de su propia redención, indicándonos que para todos nuestros pecados habrá un perdón, siempre y cuando no caigamos tan bajo como John.
O quizás sea, también, que John Constantine es alguien puñeteramente interesante de conocer. Todos soñamos con encontrarlo y acercarnos lo suficiente como para aprender de él algún hechizo que otro y empaparnos con sus historias de luchas contra demonios y gente poseída sin llegar a quemarnos con la llama del infierno portátil que siempre le acompaña. Ahora que DC se ha comido a Vertigo por los pies y que Hellblazer es una colección que aparece y desaparece con lastimosa facilidad, es muy necesario volver la vista atrás para darnos cuenta de la magia que hubo hace no demasiado en las páginas de la colección de un mago que nunca quiso nuestra compañía, pero al que hemos seguido embelesados desde que se rió en la cara del último elemental del verde.
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