«Menudo vertedero. ¿Vais en serio?«
Nadie, a principios de los 90 habría apostado por un crossover entre las diferentes series de Vertigo. La temática adulta, la casi inexistencia de superhéroes y la rabiosa independencia de las series y los autores implicados hacían que cualquier alusión a un proyecto de este tipo se tomase poco más que a broma… Hasta que en uno de esos retiros que las editoriales comenzaban a preparar y que ahora son casi una religión a alguien se le ocurrió mencionar frente a Neil Gaiman la idea de que sería divertido juntar a las diferentes series en una misma trama. Sin embargo, Animal Man, la Cosa del Pantano, Sandman… no eran criaturas de equipo ni parecía que pudieran serlo en un futuro próximo, había que tirar de otros personajes para tal cruce y los niños, la nueva generación (tal vez) de héroes y villanos en la editorial parecían la elección adecuada para tal efecto.
Se organizó entonces una historia que protagonizarían (en cierta medida) los fantasmas de dos chavales aparecidos en las páginas de la mítica colección de Gaiman y que tendría presencia de críos del resto de cabeceras, con mayor o menor importancia dependiendo de su peso en aquel entonces dentro de Vertigo. El episodio de apertura y el de clausura quedarían a manos del autor de Sandman mientras que el resto de autores se encargarían de seguir las evoluciones de sus personajes en sus propias series. ¿La historia? Ya que los niños serían los protagonistas, que todo girase en torno a los niños, más concretamente en base a su desaparición a lo largo de las eras, de la escasa importancia que siempre han tenido sus problemas frente a los de los adultos y a qué pasaría si tuvieran la oportunidad de escapar a un mundo en el que no tuvieran que preocuparse por ser adultos, a una especie de País de Nunca Jamás que entrase dentro de los cánones de lo que se contaba por aquel entonces en la editorial que terminaría absorbiendo DC.
«Venecia siempre es de ensueño«
El resultado de este experimento lo podemos contemplar ahora gracias a una pequeña trampa preparada por una editora empeñada en darle salida a esta historia. Es así, Shelly Bond, viendo que era imposible publicar La Cruzada de los Niños dado que los capítulos intermedios tenían en ocasiones tan poco peso en la historia que resultaban ser únicamente uno más dentro de la serie en que estaban contenidos, les encargó a Toby Litt y Rachel Pollack que reescribieran esa parte manteniendo en la medida de lo posible el estilo de Gaiman para poder publicar la historia como un todo en un único volumen.El resultado lo tenéis ahora en vuestras manos y puede decirse que es una verdadera suerte que Bond se preocupara por acercar al público esta obra que languidecía en los sótanos de DC sin que nadie supiera bien qué hacer con ella.
El País Libre nos cuenta un cuento sencillo y agradable de leer que, oculto, lleva un mensaje de denuncia sobre las miles de felonías que se cumplen desde que el mundo es mundo en nombre de y a costa de los más débiles y necesitados de nuestro apoyo y comprensión: los niños. Dos fantasmas incapaces de aceptar su propia muerte son los encargados de tratar de arrebatarle a un país donde la muerte no tiene permitida la entrada a un chaval que no debería estar allí. La Cruzada de los Niños se basa en hechos que parten del mito popular y que cuentan con una horrorosa base histórica: decenas de niños que fueron llevados a ‘luchar’ en las Cruzadas progonando un mensaje de amor y que terminaron siendo vendidos como esclavos sin llegar jamás a ver Tierra Santa.
«No soy real… y no puedo tocar ni puedo oler las cosas«
Gaiman tira de su habitual estilo para tratar con absoluta normalidad lo que es un argumento terrorífico, darle la vuelta y convertirlo en un cuento que dulcifique y contente al niño que llevamos dentro los adultos y que no podría soportar la realidad tal y como ocurrió. El País Libre se convierte a la vez en el destino final de los niños que se han visto obligados a perder la inocencia, el refugio de aquellos que lloran por las noches y un objetivo para aquellos que sólo desean corromper y sacar beneficio de la destrucción. Así que sí, hay cruce de series, hay bandos y hay batalla final, como en cualquier crossover, pero con un aderezo más serio y profundo que diferencia a esta historia de otras muchas que hayáis podido leer.
Ilustra la aventura toda una caterva de dibujantes entre los que volvía a destacar (como en Sandman: Muerte) Chris Bachalo. El dibujante, que ahora triunfa en Marvel con sus aportaciones para los mutantes (Lobezno y la Patrulla-X primero y La Imposible Patrulla-X de Bendis después) y, más recientemente, para Doctor Extraño en compañía de Jason Aaron, volvía en este tomo a aliarse con uno de los mejores cuenta-cuentos de la historia contemporánea, dejando clara su enorme capacidad para adaptarse a múltiples registros y presentar estilos que van desde lo conceptual a lo realista según lo precise la situación. El País Libre no deja de ser un experimento, una rareza, pero merece toda nuestra atención y admiración.
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