«Todo es por el bien de la humanidad, Marla«
Adrian Veidt. Mató a miles, salvó a millones. Alan Moore no se sintió capaz de crear a un villano sin dotarlo antes de un corazón entregado a la humanidad del mismo modo que nunca creó un héroe que no nos pareciera mínimamente malvado, o al menos loco.
Antes de Watchmen nos ha permitido asomarnos a los personajes que protagonizaron una de las mejores obras del cómic de superhéroes antes de su paso por la misma. Algunos, como el Comediante, han visto como su imagen quedaba ligeramente suavizada en las partes más ásperas mientras que de otros (como Rorscharch) nos habremos de quedar con su versión original. Sin embargo Adrian Veidt / Ozymandias se sumerge en el mar de tinta que supone esta precuela para emerger igual (o más) de brillante que cuando lo vimos por vez primera en 1987.
El quinto capítulo de Ozymandias avanza a zancadas sobre el tiempo para dejarnos entrever la evolución de la obsesión de Veidt por el doctor Manhattan, pero mientras el tipo más inteligente del planeta se dedica a comprar islas y estudiar a un semidiós la Tierra sigue desplazándose alrededor del Sol y nos regala el titular de Nixon mandando a Manhattan a Vietnam y usando la consiguiente victoria para presentarse a la reelección… Las piezas del rompecabezas que supone el comienzo de la novela gráfica de Moore y Dave Gibbons comienzan a ser lanzadas sobre el tablero de juego.
«Te lo juro por Jesucristo. No te conviene una mierda saberlo«
Me resulta curioso el hecho de que el personaje de Ozymandias comparta gran cantidad de similitudes con personajes como Batman, Iron Man (e, incluso, Lex Luthor). Moore nos dio a entender cómo el héroe puede envilecerse si no encuentra freno a su ambición por tutorear a la humanidad en lo que cree, es el camino que ésta debería seguir. Es más, el grado de soledad que supone el saberse único se aprecia también de manera clara en los cómics que protagonizan estos personajes. La soledad, por todos es sabido, es gran amiga de la locura. No es de extrañar que Batman esté tan perturbado como los villanos a los que se enfrenta, que Tony Stark se dé a la bebida y que tanto Lex como Adrian estén dispuestos a matar por sus ideales a gente inocente, incluso a aquellos que, en apariencia, más cercanos están de su corazón.
Al final, Len Wein nos ha llevado justo por donde él quería a lo largo de estos estupendos seis números. Moore estaría, si pudiera bajar de su nube, orgulloso de su antiguo editor. Si Moore le hizo un favor a Wein relanzando el personaje más querido de los que salieron de su cabeza –La Cosa del Pantano-, éste se lo ha devuelto con total elegancia en esta serie que retrata con total certeza lo que debería estar pasando por la cabeza de uno de los villanos a quien más ha costado odiar desde siempre. El dibujo de Jae Lee, por su parte, también colabora a dejarnos con un estupendo sabor de boca. Su forma de trabajar con los personajes y las viñetas y su sensacional colaboración con la colorista June Chung hacen que lo que era un homenaje se eleve como gran cómic por méritos propios.
ECC vuelve a complementar los cómics con sendos pósters (detallazo), los acertados comentarios de Felip Tobar y la consabida colección de portadas alternativas, que en esta ocasión nos deja con dos: de Jill Thompson (Sandman, ¡cómo se nota!) y Ryan Sook (bastante más normalita).
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