En nuestra reseña a propósito de los dos primeros volúmenes de la colección hablábamos de la marvelización que J. Michael Straczynski había llevado a cabo con Superman, transformándolo en una suerte de Peter Parker. Pues bien, en este nuevo tomo el autor parece haber encontrado a su particular Mary Jane Watson para el héroe.
Aunque bien es cierto que esta aventura centra su atención principalmente en Superman, la figura de Clark Kent sigue evolucionando a pasos agigantados, sobre todo en lo concerniente en su vida personal a través de las relaciones que mantiene con su vecina Lisa y su madre, las dos grandes confidentes del héroe. La conversación telefónica sobre amoríos que comparten madre e hijo es muy ilustrativa a este respecto. Se transmite una enorme ternura en la escena, y habrá quienes vean en dichas viñetas retazos de su propia vida. Straczynski humaniza a sus personajes como pocos saben.
Por su parte, tanto Jimmy Olsen como Lois Lane quedan relegados a un segundo plano en esta nueva aventura, al igual que la faceta laboral de Kent. El cómic hace hincapié en el superhéroe y plantea un atractivo debate acerca de los límites que debe imponerse él mismo.
Cuestiones como la confianza y el miedo están sobre la mesa desde el principio. Superman es prácticamente un dios, si se lo propusiera podría acabar con todas las guerras (¿pero a qué precio? se preguntarán con cierto sarcasmo los lectores de Injustice). La posibilidad está ahí y todos los personajes son conscientes de ello, pero ¿tiene derecho Superman a inmiscuirse en asuntos «políticos» por muy terribles que sean? El kriptoniano entra de lleno como pieza del tablero político… y a la vista de los dirigentes terrículas es imprevisible, no responde ante nadie, y eso levanta muchos temores y suspicacias.
Aprovechando estas cuestiones el guionista introduce como protagonistas a los Luthor. Sí, son dos. Un ejercicio interesante por parte del autor para mostrar la dualidad, la humanidad, del sempiterno villano del kriptoniano y su caída a los infiernos, su conversión en ese villano implacable que todos conocemos. Aunque es preciso destacar que aquí Luthor no es el enemigo a batir (su posición como némesis de Kal-El la veremos en un futuro), ese espacio está reservado para otro viejo conocido de las viñetas y el cine con una trama que nos devuelve al primer tomo de la colección y cierra algunas lagunas que pudieran quedar.
En cuanto al dibujo, en esta ocasión nos encontramos con Ardian Syaf, quien sustituye con solvencia a Shane Davis. El aspecto cinematográfico sigue estando muy presente, y viendo los resultados es normal preguntarse por qué no tiran por estos derroteros en la división deceíta de Warner para sus adaptaciones.
Tierra Uno es, a día de hoy, la aproximación más valiente, fresca y rompedora que se está haciendo de El Hombre de Acero
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