Llega a la cita pausado; hablando con la calma tan típica de su tierra. Está pasando por un gran momento de su carrera: Tras Post mortem o No, con El Club ha sentado cátedra y recoge ovaciones por los festivales donde ha paseado esta fría y desgarradora historia. Pablo Larraín ha compuesto un gran ataque a la iglesia. En su paso por San Sebastián nos habló de ello.
P: Lo que llama la atención nada más ver la película es la fotografía tan azul…
R: La estructura dramática de los personajes, los giros narrativos son esenciales, pero también el tono, cómo se ve o cómo te entra la historia por los poros. Al espectador le entra todo más sensorial. Buscamos una estética más narrativa, que tuviera sincronización con la película. A veces uno ve una película que tiene un tono en su narrativa y otro en su visualidad, no siempre van de la mano. Y hay algo vaporoso y poco definido, como de penumbra que tiene que ver con el alma de la película. Usamos una óptica soviética de los años sesenta con muchos filtros y hace que el sensor de la cámara HD reaccione de una manera donde no está muy acostumbrada. En celuloide, en el proceso fotoquímico de un revelado, luego se lava con agua. Esa agua viene de cada país, lo que hacía que un negativo revelado en Francia se viera distinto que uno revelado en México. Cada país tenía un color distinto. Eso ya se acabó, había como una textura casi geopolítica. Ahora el cine es más homogéneo, y todas se parecen. Igual que en televisión.
P: Por lo visto el guion lo dabas cada día a los actores, no lo diste de golpe. ¿Por qué decidiste hacer esto?
R: Por varias razones: Primero, porque lo estábamos escribiendo, y también porque era un ejercicio, porque ellos no sabían sobre su personaje, ni tampoco de los de los otros. Entonces, eso era un acto de confianza en los actores. Al no saber la biografía, ni nada de los demás ni cuál es el desarrollo de la película… A la tercera toma, ya se da fuerza lo que está pasando, y a la quinta tiene una verdad muy potente, y era lo que estábamos buscando. Queríamos que fuera algo verosímil. He hecho películas de distintas maneras. Hacer esto aquí me gustó.
P: No se ven escenas de abusos, solamente se habla de ello…
R: No, porque es como el humor… Si tú no las muestras, el espectador se crea su propia imagen, y serán mucho más perversas de lo que yo pueda hacer. Más sofisticada, más profunda.
P: ¿Qué tiene Alfredo Castro?
R: No sé (ríe), y eso es lo maravilloso del cine, cuando no puedes descifrar lo que le está pasando a esa persona… Alfredo tiene un misterio y una inteligencia maravillosa. Es un amigo y además me enseñó mucho, fue profesor mío. Es un tipo muy misterioso, puede ser la persona más delicada y amable, o el ser más temible.
P: ¿Has tenido ya alguna respuesta por parte de la Iglesia a tu película?
R: No, porque la Iglesia lo que hace es ignorar. Si hablaran daría más visibilidad. Ojalá dijeran algo, pero no creo.
P: En el resto de tu filmografía está basada en el pasado cercano de Chile, y el lugar donde tu filmas, está insertado como en una isla del pasado…
R: Sí, el único elemento moderno es el auto. Es cierto que hay una atemporalidad. Lo que pasa es que este tipo de casa y el relato de la película, es también como la Iglesia; pero ya lo sabemos, y hay elementos que lo hacen contemporánea, que es la paranoia con la prensa. Los medios tienes hoy en día una relevancia, influencia y una sincronía con la ciudadanía que no existía antes. Hoy en día la Iglesia tiene más miedo a la prensa que al infierno. Cuando la monja dice que va a llamar a la televisión, ahí es cuando aparece la amenaza verdadera. Eso es el fantasma vivo de la Iglesia. También tiene otro conflicto, que es el interno entre la nueva Iglesia y la vieja: la nueva representada por el Papa Francisco, que quieren ser más cercanos y humildes, que quieren comprender, buscar el perdón, y la otra es la que lleva miles de años funcionando, la Iglesia cónclave, que significa “con llave”.
P: Y esa Iglesia nueva, ¿Sigue siendo un club?
R: Sí, porque los clubs tienen reglas, tienen miembros, tienen sobre todo miembros que quieren proteger ese club. Sí, sigue siendo un gran club.
P: Con tu trabajo siempre has metido el dedo en la llaga con un tema. ¿Crees que todavía el cine puede ser una herramienta para estrujar conciencias?
R: Es todo más espontaneo de lo que parece. Yo no tengo una organización tan política en mi cabeza; suena un poco ridículo después de las películas que he hecho, pero es bastante más espontáneo. Va surgiendo en la medida sobre las dudas. Ahora con la película de Neruda, es política, pero también puede parecer un thriller policial. Hay algo que atraviesa el trabajo que es la impunidad de los que tienen el poder. Cualquier política es un gesto político, incluso una de animación. Una película te habla siempre de un universo humano y una realidad social.
P: Y aunque siempre meten el dedo en la llaga, hay humor. En ‘El club’ está bastante presente.
R: Ayer se rieron mucho en el pase de San Sebastián, más que en cualquier parte. Yo sentí que hacía una comedia dura.
P: ¿Pero lo escribiste pensando en esos puntos cómicos o te ha sorprendido esa reacción
R: No, no. También pasa a veces que la comedia surge cuando la estás filmando. De ahí surge la idea que lo hace de asa manera. El humor tiene una cosa maravillosa que la gente se ríe en cosas que quizá no debería reírse. Eso produce una risa y luego la gente se cuestiona si es correcto reírse o no, y se retrae. Está todo el tiempo en un juego donde no sabe si hace bien o hace mal. Se autojuzga, y tiene que ver con las respectivas morales de cada uno. El humor esconde ideas que de otra forma sonaría distinta.
P: Al margen de tu labor como director, a la hora de escoger proyectos como productor, ¿Qué es lo que te tiene que llamar de una historia para que quieras involucrarte en ello?
R: Más que proyectos, es en directores, lo que ese determinado director quiere hacer. Con mi hermano lo que hacemos es trabajar con directores y apoyarles en la película que ellos quieren hacer. No intervenimos en nada de carácter artístico. Son amigos, se trabaja con gente de confianza: Sebastián Silva, Sebastián Lelio, son compañeros, nos cuidamos, nos mostramos los guiones, y tratamos más de ayudarles, pero sin intervenir en la parte artística. El verdadero productor es mi hermano Juan.
P: Ahora vas a entrar a hacer una producción americana, Jackie, ¿Puedes adelantar algo?
R: Es que hablar de proyectos que no están hechos da mala suerte, compañeros.
P: ¿Qué tal ha sido la experiencia de estar en la HBO? ¿Estás de acuerdo con eso de que ahora en televisión hay mejores producciones?
R: No, creo que lo que está pasando es que la televisión ha mejorado porque está tomando cosas del cine. Creo que cuando el cine se va a la mierda, es cuando se parece a la televisión. El verdadero cine nunca se va a parecer a la televisión. Mira, ahí está George Miller, pregúntale qué piensa él. No sé. ¿Os imagináis que alguien haga una serie de televisión con Boyhood? El cine tiene. Tener un espacio que no puede hacer el televisivo. Además, el cine es una experiencia colectiva, es como una misa. El cine es de gran formato, nunca va a ser igual porque hay algo que lo hace más hipnótico y más inquietante.
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