ADVERTENCIA: ESTE ANÁLISIS PUEDE TENER LIGEROS SPOILERS DE JUEGO DE TRONOS
Juego de Tronos ha entrado, definitivamente, en los anales de la ficción televisiva. Desde su arranque en 2011, la serie ha ido aumentando la calidad temporada tras temporada, pero siempre quedaba en el ambiente que no había mostrado todo su potencial. A pesar de tener capítulos tan potentes como Las lluvias de Castemere, Casa Austera o La montaña y la víbora parecía que la serie siempre dejaba todo para el final. La cuarta y quinta temporada se veían como un cambio buscando otro horizonte, otro ritmo. Eran temporadas donde la acción se ubicaba únicamente al final de las mismas, pero que servían a la vez de madurez de una serie que había encontrado el equilibrio. David Benioff y D.B. Weiss habían conseguido domar a una bestia, habían encontrado la fórmula de convertir Juego de Tronos en aquello que soñaron cuando se embarcaron en su adaptación, convertirla en una de las mejores series de todos los tiempos. Y con la sexta temporada ya concluida se puede decir que Juego de Tronos ha entrado en ese selecto grupo de serie. Esas series que han marcado una época y, aunque aún queden algunas temporadas más, ha entrado ya en ese olimpo.
Y es que su sexta temporada será recordada por ser aquella que definitivamente se alejó de los libros para ir más allá, por mostrar tramas, momentos y personajes que George R.R. Martín tiene escritos en papel, pero que aún no ha presentado por estar terminando Vientos de invierno. Al finalizar la quinta temporada, todos los comentarios que se vertían eran sobre si Jon Nieve resucitaría, no se hablaba de que pasaría en la temporada, únicamente se hablaba de aquello. El inicio de la sexta temporada despejó esa duda y comenzó a poner los cimientos de una temporada que no iba a dejar indiferente a nadie, y así ha sido. Sus primeros cinco capítulos son una muestra de un nivel de calidad que no habíamos visto antes y siempre que terminaban nos dejaban el corazón en un puño, queriendo saber que ocurría en el próximo, pero siempre hay que esperar una semana.
El punto de inflexión llegó con el capítulo El portón, SPOILER aquel que consiguió que todos (o casi todos) llorásemos sin consuelo ante la muerte de Hodor, sí, el del famoso Hold the door. Después de ese capítulo hubo un pequeño bajón, no por la calidad de los capítulos, sino porque lo que se contaba en ellos era intrascendente, salvo la parte de Arya, el resto era relleno, un relleno necesario para lo que estaba a punto de suceder. En las series sucede algo curioso, cuando se prepara una temporada, siempre se busca cual va a ser el capítulo que más presupuesto va a necesitar y casi todo va a recaer en él, dejando a los predecesores con algo menos, lo que no quiere decir que los guionistas y directores no se busquen las artimañas para sacar un episodio de primer nivel. SPOILER En esos capítulos descubrimos que El Perro sigue vivo, que el tío Benjen también está de vuelta y que Arya se ha convertido en una asesina de primera.
Y de ahí llegamos a los dos capítulos finales, a esos que han hecho que definitivamente Juego de Tronos alcance el olimpo: La batalla de los bastardos y Vientos de invierno. El primero no necesita demasiada presentación, es el capítulo que esperábamos desde que Jon despertó, el de su lucha contra Ramsay Bolton. Y no decepcionó. Violento, directo, sangriento y no se andaba con contemplaciones. La batalla, de 35 minutos de duración, era todo lo épica que se esperaba y el final lo fue todavía más. Pero después de ensalzar el capítulo hasta las nubes, Juego de Tronos, Benioff y Weiss tenían reservado el mejor capítulo de la temporada y, porque no decirlo, de la serie por completo. Pensábamos que sería imposible superar ese capítulo, pero la sorpresa ha sido mayúscula al comprobar que, al fin, Juego de Tronos ha tenido el mejor final posible para su sexta temporada. Estábamos acostumbrados a finales que dejaban tramas muy abierta para futuras temporadas. Esta no ha sido así.
Vientos de invierno ha significado dos cosas: Comprobar que ninguna serie está al nivel de Juego de Tronos y que la serie ya ha entrado en la historia. No hay muchas series que puedan decir tener este nivel en su sexta temporada, pero Juego de Tronos lo ha conseguido. Vientos de invierno abre con una introducción de veinte minutos apoteósicos, con una sintonía de Ramin Djawadi que hace temblar todo el cuerpo y que las escenas ganen en epicidad. Y después de esos veinte minutos ¿qué? Pues llega el momento de cerrar tramas y dejar a nuestros protagonistas en progreso hasta la temporada que viene: Sam llega para convertirse en maestre, Melisandre es desterrada y en Dorne nace una nueva alianza ¿Y Jon y Sansa? Ella está siendo tentada por meñique y Jon es nombrado King in the north. Y ya por fin se ha revelado uno de los mayores secretos de la serie, Jon es hijo de Lyanna Stark ¿Quién es el padre? Eso aún no lo sabemos. Y para terminar, Cersei nombrada reina de los siete reinos y Daenerys cruzando el mar angosto para llegar a Poniente. La guerra se avecina y el invierno ya ha llegado.
Deja un comentario: