The Walking Dead siempre se ha caracterizado por ser una serie que ha ido al grano, que no ha dado vueltas sobre algo y capaz de crear pequeños traumas a la audiencia. Las diferentes muertes de personajes importantes, momentos en los que nuestros protagonistas parecían que iban directos a su final han hecho que la serie siempre juegue con el vínculo de que nadie está a salvo. Y eso mismo es lo que ha materializado el inicio de la séptima temporada. El final de la sexta, con el “batazo” de Negan a uno de los miembros del grupo de Rick, hizo que los fans se sobrecogieran al no saber quién era el destinatario de tan aciago final. Ahora ya lo sabemos y ha sido posiblemente el momento más duro de las seis temporadas de la serie. Y es una declaración de intenciones de lo que promete la introducción de Negan.
The Walking Dead siempre ha tenido villanos que más o menos han estado a la altura de las circunstancias. Aunque desde la muerte del Gobernador ningún otro villano había llamado tanto la atención. Gareth apareció para ser uno de los mayores fracasos en cuanto a villanos se refiere. Ahora con la aparición de Negan la serie cobra otro camino, un camino de terror y de temor a perder sus vidas de la forma más brutal posible, a manos de la querida Lucille (el bate de béisbol envuelta en alambre de espinas con las que Negan machaca la cabeza de sus víctimas). Y es que este esperadísimo regreso a cumplido con creces con las expectativas levantadas durante los meses de espera entre el final de la sexta y el inicio de la séptima. Además, parece que cada temporada que pasa aumenta en calidad, tanto en dirección cómo en guiones. Y el guion de este primer episodio es muy bueno. Sabe mantener en todo momento la tensión de algo tan drástico cómo es la desaparición de alguno de los personajes más queridos de la serie spoiler (Glenn y Abraham, los elegidos por Negan para morir).
Y es que el momento en el que Negan aferra con fuerza a Lucille y la estampa contra la cabeza del elegido, la violencia que caracterizaba a The Walking Dead vuelve a estar a la orden del día. Hemos tenido temporadas algo light en cuanto a muertes, sangre y mutilaciones se refiere. Pero parece que con Negan la cosa no se va a andar con chiquitas. La violencia mostrada en el primer episodio es salvaje, sucia y dolorosa. Sientes de verdad que el bate revienta cabezas, que un solo golpe ya significa la muerte. Y cuando pensabas que la serie no podía alcanzar cuotas de salvajismo, casi asistimos a la mutilación de Carl a manos de Rick por petición de Negan (que al final no sucede). Si ese momento se hubiera materializado, estaríamos hablando de la mayor barbaridad realizada en una serie de televisión (y eso que existe La boda roja de Juego de Tronos). Y es que la introducción de Jeffrey Dean Morgan como el villano ha sido una guinda a un pastel que no puede fallar (y no lo hará). El actor en una simple aparición bajando, de una furgoneta al final de la sexta temporada, hizo que llenara la pantalla con su presencia. Y tras el inicio de la séptima ya sabemos todo de él (“Déjame que me presente”).
The Walking Dead siempre ha sido una serie que se ha caracterizado por tratar lo peor del hombre en un momento donde todos deberíamos estar unidos. Los zombis son una excusa para ver como reaccionamos o nos comportamos ante una cosa tan grande. Ahora la serie irá por otros derroteros, más macabros, pues tiene un villano que llama a ello. SPOILER También cambia el rumbo de nuestros personajes donde hemos dicho adiós para siempre a Glenn y a Abraham. Veremos cómo sigue desarrollándose la temporada, pero por ahora, la cosa pinta muy bien. Si consiguen mantener el nivel la cosa irá muy bien. La serie superó la crisis de la segunda temporada y se ha convertido en un evento televisivo sin precedentes.
La serie The Walking Dead, resultan ser una de mis favoritas, por dentro de su drama conservan una esencia que a ojo de un critico, resulta ser algo renovador y diferente a comparación de peliculas de este triller, a mi parecer resulta ser una de las mejores serias que siempre disfruto comiendo algo o acompañado de alguien.