En su segunda incursión en el universo deceíta, Zack Snyder repite los errores y aciertos de El hombre de acero. Vuelve a apostar por un tono pretendidamente sombrío que si bien en la presentación del kriptoniano resultaba demasiado impostado, con la adhesión de Batman y su séquito gana muchos enteros. Da la sensación de que, en el fondo, lo que Snyder quería era jugar con el Cruzado Enmascarado, mucho más afín a su imaginario que el héroe de Metrópolis.
Con la mirada puesta en las futuras entregas de La Liga de la Justicia, Batman v Superman: El amanecer de la Justicia adolece de tener un carácter muy introductorio, estamos ante un preámbulo de dos horas y media que intenta meter cuanta más información mejor para allanar el terreno al cosmos superheroico que está por venir, obviando de esta forma lo más importante: la propia película.
BvS presenta un discurso muy interesante y algunas ideas realmente llamativas. El propio prólogo (olvidando la ya cansina secuencia del fallecimiento de los padres de Bruce Wayne), con el murciélago siendo testigo del enfrentamiento sin cuartel entre Zod y Kal-El en Metrópolis resulta todo un descubrimiento, definiendo con absoluta precisión la postura de Batman ante la “amenaza” de Superman y da una nueva perspectiva al épico clímax de la cinta anterior. Igualmente destacable es el debate que se desarrolla durante la primera mitad de metraje, el referido a sí los metahumanos deben someterse a determinado control de las autoridades o si es lícito que actúen al margen de consideraciones políticas, pensando solo en lo que ellos consideren que es justo y favorable al bien común. El exceso de información y guiños al futuro, sin embargo, lastran estos aspectos, que terminan siendo solucionados de un plumazo. Alguno incluso -literalmente- a golpe de explosión.
En sus ansias por darle un aire trascendente y épico a la propuesta, la ambición de Snyder se ve desbordada, dando como resultado una película deslavazada, en la que las diferentes tramas no terminan de encajar, dando la impresión de que estamos viendo varias películas en una: la de Batman (sin duda la mejor de todas, con Ben Affleck -quien además terminó metiendo mano en la historia, y no solo a través del Chris Terrio, con quien colaboró en Argo– y Jeremy Irons inspiradísimos), la de Superman (que sigue una línea continuista respecto al Hombre de Acero, con el símil mesiánico y su tragedia impostada aún retumbando), y la correspondiente a un Lex Luthor fan del Joker de Heath Ledger y una Lois Lane que después de dos películas sigue sin tener claro cuál es su rol en el cosmos cinematográfico de DC Comics. Si bien el conjunto se queda algo descompensado, la cinta cuenta con algunas escenas memorables, que encandilarán al fandom, tales como la ensoñación distópica del hombre murciélago, o su primera aparición en un edificio abandonado de Gotham.
Entre las nuevas incorporaciones a la historia, además del propio Batman y su inseparable Alfred, quien apunta maneras es Wonder Woman. En sus breves apariciones parece dar pistas de por dónde irán los tiros en su aventura en solitario, pero su incorporación a este descafeinado duelo entre el murciélago y el kriptoniano (bien asentado el conflicto, la resolución es, cuanto menos, risible), resulta intrascendente. Su participación responde más a una cuestión de márketing y aumento de cuota femenina en pantalla que a un verdadero valor narrativo.
Aunque para insustanciales, los cameos de otros de los integrantes de la futura Liga de la Justicia, en una escena que integrada donde está, solo rompe la narración. Quizás como escena postcréditos hubiera funcionado mucho mejor y el momento Pantene de Jason Momoa no hubiera incomodado tanto. A este respecto, no faltan los guiños y homenajes a las contrapartidas viñeteadas de los protagonistas, con encuadres y frases sacadas directamente de obras como El regreso del Caballero Oscuro, pero -y esto es de agradecer- Batman v Superman busca su propia identidad y no se ve arrastrada por sus referentes. De hecho, de la icónica obra de Frank Miller no encontramos más que referencias estéticas.
Con algún que otro momento de bajón de ritmo -principalmente durante el segundo acto- y personajes un tanto desaprovechados -como la Senadora Finch, interpretada por Holly Hunter-, Batman v Superman mantiene bastante el tipo, superando de forma considerable a su predecesora, El hombre de acero. Sin embargo sigue pecando de un fuerte desequilibrio entre las secuencias de acción -condensadas básicamente en la segunda mitad del film, con especial hincapié en un último acto que cuenta con Juicio Final como estrella invitada-, y las extensas partes en las que nuestros héroes van con cara taciturna. En resumen, con todo lo que prometía, le falta acción a la cinta.
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