«Hola. Soy el nuevo novio de Shellie. Y no estoy en mis cabales«
Hay autores, en cada tipo de expresión artística, que resultan revolucionarios. Bien por una obra concreta, bien por la adaptación de un personaje o un tema ya conocidos a un nuevo lenguaje más acorde con el devenir de los tiempos o bien (en el caso de los genios) por todo un conjunto de trabajos que sientan cátedra. En el mundo de la viñeta hay nombres como Jack Kirby, Alan Moore, Neil Gaiman (o Francisco Ibáñez si nos ponemos a mirar en casa, por qué no), que se acomodan muy bien dentro de este término y uno de ellos, como no podía ser de otra forma, es Frank Miller. Ya desde Ronin, el guionista de Maryland demostró un estilo y una manera de contar las historias únicos que explotarían y cambiarían para siempre el presente y el futuro de los cómics de superhéroes con su reinterpretación del Caballero Oscuro. Más tarde llegarían otras grandes fábulas (300, Elektra, las secuelas y precuela de su Caballero Oscuro…) a apuntalar la fama de este genio, pero sería Sin City la que deslumbraría por encima de todas ellas.
Hay algo visceral en esta serie de álbumes que reverbera con sentimientos que mantenemos la mayor parte del tiempo enterrados y guardados a buen recaudo. Hay una ira que se desata, una lujuria nada disimulada, una violencia que no arregla nada y lo soluciona todo… Y, por encima de todo, hay una serie de personajes grises, tan rotos que no deberían ser considerados héroes y que, sin embargo, actúan como tales en una ciudad en la que si no sacas lo peor de ti mismo, te devora. Es con esta clase de antihéroes con los que, sin llegar a parecernos más que en el blanco de los ojos (y a veces ni eso), nos sentimos más identificados, porque son más una personificación de nuestros sentimientos más oscuros y profundos que una serie de personas que, bajo ciertas circunstancias, pudieran llegar a existir en realidad.
«No por venganza. Ni porque se lo merezcan. Ni porque hará del mundo un lugar mejor«
La Gran Masacre es uno de mis cómics favoritos dentro de la saga de Sin City. Dwight es, lo mires por donde lo mires, un tipo horrible, peligroso no sólo para los demás, sino para sí mismo dada su inestabilidad. Y, sin embargo, aquí funciona como una complemento perfecto para las organizadas y aún más peligrosas residentes del Barrio Viejo. Entre Dwight y las prostitutas de esta ciudad del pecado se encargan en este cómic de redefinir el modo en el que funciona la corrupta justicia de la ciudad en la que viven. Hasta cierto punto, me recuerda a cómo funcionaba la Menzoberranzan de los libros de R.A. Salvatore (autor del Elfo Oscuro y El Valle del Viento Helado, entre otros) y no debería sorprenderme, puesto que ambas ciudades fueron creadas con apenas tres años de diferencia (siendo la ciudad de la Antípoda Oscura la más antigua de las dos).

Sin City: La Gran Masacre
Me volví a ver hace poco la estupenda película con la que Robert Rodriguez adaptó varias de las historias de Sin City (ésta incluida) al mundo del cine y de verdad que me sigue alucinando la fidelidad no sólo ya de la ambientación, el tono y los colores… Sino también el extraordinario parecido que se logró a partir de los dibujos originales de Miller. Clive Owen y la siempre extraordinaria Rosario Dawson saltaron directamente desde las viñetas a la imagen real logrando que confunda constantemente qué escenas vi en el cine y cuáles leí en las páginas del cómic en el que se basa la película.
Para terminar, Norma Editorial remata este tercer tomo con una estupenda galería de portadas y homenajes a este cómic. Esta colección debería estar en todas vuestras estanterías.
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