«Y nunca olvides hacer que se caguen de miedo«
Lo he dicho mil veces y ahí va la número mil y uno: las reseñas que más cuesta escribir son las que versan sobre obras que a uno ni le gustan ni llega a aborrecer, sino que se quedan en un grisáceo término medio que nos hace olvidarlas tan pronto como han abandonado nuestras manos (o hemos salido de la sala de cine, hemos apagado la televisión o el ordenador…). ¿Qué se puede escribir sobre algo que no ha dejado ningún poso? ¿Nos aceptará Google bien una reseña con seiscientas repeticiones de la frase ‘No recuerdo qué es lo que pasaba’? El tema con el universo de Frank Miller, ese que voló los cimientos del Caballero Oscuro allá por los años ochenta del siglo pasado, es que ha ido derivando cada vez más y más hacia la intrascendencia. Cuando leímos sus primeras obras en aquella colección de Grandes Autores de Batman, de ECC, acabábamos exhaustos y felices, pero cuando cayó en nuestras manos La Raza Superior, pese a que nos gustó, ya había un leve poso de agotamiento en las tramas. Y lo que ha venido saliendo desde entonces (incluyendo el terrible Superman: Año Uno) no ha hecho sino arrancarnos sonoros bostezos.
El Regreso del Caballero Oscuro: El Chico Dorado no es horrible, pero es anodina. Nos cuenta una historia que da para tan poco como para que, con extras y todo, apenas lleguen a ofrecernos sesenta y cuatro páginas las buenas gentes de la editorial catalana. ¡Y está nada menos que Darkseid involucrado! Pero es que da igual. La trama va dando tumbos hasta que llega un momento en el que apenas sí nos damos cuenta de que avanza y el destino de sus personajes nunca nos había importado tan poco.
«Caray, el fin del mundo y todas esas mierdas«
Y quizás aquí es donde reside el principal talón de Aquiles de este cómic. Lara, la hija de Superman y Wonder Woman, es una mujer super-poderosa que desprecia a la humanidad hasta un punto en el que uno terminaría por entender que tratara de destruirla. Habla de los seres humanos como insectos, como bestias que apenas merecen su presencia, pero sigue en el bando ‘de los buenos’. Si ella fuera la némesis a la que se enfrentara el resto de los personajes quizás habría entendido un poco mejor este cómic, pero no es así. A su lado, Jonathan Kent, el Chico Dorado, atesora un poder inconmensurable, pero apenas sí se digna a mirar sin llegar a comprender a su alrededor y a todo lo que está ocurriendo a la vez en su planeta. Frente a ellos se sitúa Carrie, la nueva Batwoman, una digna sucesora de Bruce Wayne que, sin embargo, no llega a demostrar los grados de epicidad de su antecesor en ningún momento de la historia.
La confluencia de estos tres personajes, aderezada por el discurso acartonado del villano, tiene como consecuencia un cómic que quizás quede bien en la estantería de algún coleccionista fanático, pero que aporta más bien poco a las librerías del resto de aficionados al cómic de superhéroes norteamericano.
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