Daredevil

Daredevil: Con heroísmo y poesía, ¿quién necesita ojos?

 

Para ojos poseedores de cierta magia pero  inmersos en la credulidad cotidiana nace esta película infravalorada pero que es la respuesta metalingüística del mundo de los superhéroes.

 

El superhéroe que vence es el que no necesita ojos. E ahí la clave que resume la esencia del heroísmo y que es herencia directa de la filosofía oriental. El heroísmo es un salto al vacío. Es un acto completo de Fe .Y para realizar esta película (interpretada por Ben Affleck) se necesita eso: tener Fe. Un salto canalla al vacio más negro para luego resurgir de las cenizas.

 

Vivimos en tiempos oscuros y confusos. Tiempos que alzamos nuestros oídos a falsos dioses y que a partir de ellos, construimos  nuestras opiniones.  Dioses que han querido dirigir nuestra mirada a personalidades como Frank Miller, Alan Moore y Christopher Nolan (tan de moda ahora con sus murciélagos trascendentales). Pero, ¿y Mark Steven Johnson y su Daredevil del 2003?

 

 

Michael Clarke Duncan y Colin Farrell en Daredevil
¿Partida de billar? ¿Bola 8 contra la blanca?

 

 

No se puede dar crédito que la mayor y brutal película de superhéroes que se ha realizado hasta fecha (con el perdón de The Phantom, interpretada por Billy Zane) sea relegada a un segundo plano por las distracciones de la moda y las últimas novedades «Nolanianas». Daredevil es cine mayúsculo. El ojo del huracán traducido al lenguaje que nos regaló un señor llamado D. W. Griffith.  Un autentico caballo de Troya en el mundo del espectáculo y de sus frivolidades inherentes para darnos grandes dosis de trascendencia y discursos filosóficos sobre el bien y el mal, la muerte y la energía, los bastones de madera o los de metal. Un autentico vaivén de materia gris en el que cada minuto las neuronas se ven asfixiadas por la cantidad de información valiosa que deben procesar a la voz de ya. Son esos momentos en los que el intelecto se ve agobiado y que casi desea ser un elemento más del firmamento y no el resultado de una masa mórbida y gelatinosa. Momentos que, no obstante, no puede evitar sentirse  satisfecho por el alimento recibido.  La contradicción humana traducida al código sináptico, vamos.

 

Daredevil es un sueño. Un sueño realizado por un mortal. Pero esta mortandad tiene truco: si hay romanticismo, mirada ingenua y  la más grande de las convicciones, es posible que ese pañuelo en el que se ha derramado lágrimas y mucosidades binarias se convierta en algo más.  Si se le permite reposar como  al buen vino, será señalado como lo que es.  Como algo inmortal, Señor Wayne.

 

 

Ben Affleck en Daredevil
Daredevil es el superhéroe más seguro de todos los tiempos. También conocido como el condón rojo.

 

 

A la hora de analizar esta película resulta imposible no reseñar una escena imprescindible. Una escena que resume todo lo que uno creía saber del amor y que tiene lugar en el parque en el que nuestro héroe Matt Murdock alias Daredevil conoce a Elektra. Sin previo aviso, los dos hiperbólicos personajes tienen una pelea a brazo partido ante los ojos de docenas de niños. Un momento único que sin duda forma ya parte del imaginario colectivo. Una escena capaz de competir perfectamente con escenas de películas como Casablanca o Cuando Harry conoció a Sally. Cuando el amor traspira no son necesario los diálogos. Lo único que queda es la pasión. La fuerza de destruir los muros a través de llamas amorosas. Es el látigo que no se amedrenta con las tiranías de la rutina. Y la pasión como bien demostró Griffith, y ante Méliès, son las imágenes.  Simplemente dos figuras fibrosas y estilizadas danzando entre columpios, toboganes y enfrentándose no solo entre ellos sino al maremágnum de emociones que supone el amor. Sus contradicciones, sus constantes embates y sobre todo su dolor y el odio que puede esconder tras de sí si no es dirigido adecuadamente.  ¿Por qué dos seres que se aman, pelean? La película intenta responder a estas preguntas que llevan atormentando a la humanidad desde hace siglos y puede que lo haga de una forma un poco más triunfante que las teorías conspirativas de William Shakespeare.

 

Como conclusión, el acierto de la película estriba en que utiliza el tema de la ceguera como cruel metáfora y que a su vez es un arma arrojadiza y filosófica con el fin de despertar algunas conciencias.

 

Daredevil trata sobre un superhéroe ciego  y va dirigida para personas que no sólo ven con los ojos, sino con el alma. Que ven mas allá de las paredes y  que saben captar las sutilezas que desprende una flor tras de sí.  El sonido de las alas de una mariposa que converge con el sonido de los somormujos del bosque.

 

No, señores, no  sólo es una peli de un superhéroe… y el que lo piense, cuidado.  Quizás esté ciego… Más ciego que un murciélago.

 

 

Ben Affleck y Jennifer Garner en Daredevil
Poesía a las doce en punto. A la hora del recreo, vamos.

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