«Esta foto es la prueba irrefutable de su delito«
Leo Las Quintillizas como algunos otros ven la WWE o escuchan a Bad Bunny en la intimidad. Es una suerte de placer culpable de esos que uno se regala de cuando en cuando a pesar de saber que nuestros sacrosantos y cacareados principios (y/o algunas de nuestras neuronas) se ven resentidos en el proceso. Pero deberíamos sentirnos orgullosos de estos placeres culpables, porque uno no puede ser del heavy metal o de las películas independientes suecas las veinticuatro horas del día y siete días por semana. De vez en cuando la ‘cana al aire’ que supone dejarnos caer por cualquiera de estas cosas que, por algún estúpido sentido del ridículo o por no querer ‘estropear’ la imagen de nosotros mismos que hemos construido ante los demás.
Pues bien, a un servidor le veréis la mayor parte del tiempo dejándose caer por el mundo del cómic tratando de buscar la filosofía tras las viñetas. O la reflexión social o política que éstas puedan sugerir. Pero a veces también me gusta berrear con un Fast & Furious, escucharme un tema de Rihanna (o de sus productores, ya me entendéis) o divertirme de lo lindo con un manga que, como el de Negi Haruba, no pretende otra cosa más que hacernos pasar un buen rato. Porque Las Quintillizas no va más allá y es estándar en absolutamente todos sus planteamientos (las dos otras cosas que podían tener más chicha del tomo anterior quedan desmentidas ya en este segundo tomo), pero a veces uno necesita precisamente eso y no un intenso cómic en el que la batalla entre el mal y el bien te haga pensar sobre los males de la sociedad capitalista en la que vivimos. Porque la realidad ya es muy complicada de por sí y cómics como este suponen una evasión maravillosa.
«Vaya manera de desperdiciar el día…«
El primer número de la colección que publica Norma Editorial acabó con Uesugi logrando el interés y la motivación de Miku y nos dejó con una última página que es común a todos estos mangas (Love Hina prácticamente empezaba con ello) en la que se juntan los conceptos de ‘chica corta de visión’, ‘recién salida de la ducha/baño’ y ‘situación de regalo para los adolescentes hormonados’. Justo con la escena posterior a ésta es con la que comienza este segundo volumen, para continuar con otro clásico de este tipo de publicaciones: el festival japonés con las chicas en yukata. Este escenario es utilizado por Haruba para profundizar en el personaje de Ichika al tiempo que se va relajando algo la relación del profesor con sus alumnas.
Y como el buen rollo entre Uesugi y las hermanas Nakano terminará por llegar (en cuanto el autor haya repasado a cada una de ellas en particular), Negi Haruba se va allanando el camino para la aparición de nuevas ‘contendientes’ con la escena final de esta entrega.
¿Es predecible? Sí. ¿Se lee de un tirón? También. Personalmente, creo que a este cómic le falta la mala leche o el humor loco de obras maestras del género como Love Hina o Collage Perfecto, pero nos proporciona largos ratos de diversión sin complicaciones y eso es mucho más de lo que a día de hoy nos ofrecen obras mucho más complejas y supuestamente interesantes. Así que disfrutemos de estos placeres culpables. Son mejores para nuestra psique con cientos de horas de negación de la realidad.
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