Aunque parezca mentira, el poder de la caja tonta supera a la gran pantalla. Gracias a una fórmula potente y arrolladora: el fenómeno fan. Ayer en San Sebastián Susanne Bier presentaba su último trabajo, A second chance, pero el que movía a las masas era Nicolaj Coster-Waldau, es decir, Jamie Lannister, que es más fácil de pronunciar.
En su decimoquinta película, Bier habla de la paternidad en su aspecto más extremo. A Coster-Waldau le otorga la carga dramática de la película, aunque los secundarios Maria Bonnevie y Nikolaj Lie Kaas no se quedan atrás.
Como decía la estrella de la televisión “la cinta habla de la gran pesadilla que supone perder a los hijos, con lo que este proyecto supuso un gran desafío”.
La directora habló sobre lo importante que es “captar el momento crucial en el cine”; además apuntó, respecto al mensaje que plasma en sus proyectos, casi siempre de carácter arduo. “La complacencia es un enemigo en el mundo del arte; nadie me ha dicho que se haya aburrido con este trabajo, y eso es lo que quiero”.
Tanto el protagonista como la realizadora dieron total normalidad a sus roles: Nikolaj con el desarrollo de su personaje, Bier como su labor de realizadora “Sigue habiendo desigualdades, pero a veces es por parte de las propias mujeres, cuando piensan que tienen que decidir sobre la vida familiar, o laboral”. El actor danés hablaba de que es difícil en el cine ver a un hombre en esa tesitura, cuando son más comunes las madres. “Los hombres también tenemos sentimientos, aunque no se visionan tanto como los de las mujeres”.
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