«Ya está en el infierno«
Hace unos días fui a ver la Infumable Tercera Entrega de Venom en el cine (creo que se titulaba así) y un día más tarde mi mujer, que fue más lista y se dedicó a otros menesteres, me pidió que se la fuera contando (para ahorrarse una visita a la Wikipedia). Al repasarla salió a la luz el tema recurrente de cómo Sony se dedica a desgraciar a todo héroe marvelita que toca haciendo películas con un estilo que dejó de estar de moda hace treinta años y ahorrando dólares en los puestos clave para que la cosa funcione: la dirección y, sobre todo, el guión. Disney, que lleva una temporada viendo como se le acaba el chollo de las capas y las mallas, sigue creando productos bastante más salvables (dentro de lo que cabe) y esto es así porque al menos busca a gente que de verdad quiera contar algo a través de sus películas y series… Lo único es que igual deberían apuntarse del reciente éxito de la serie de Agatha Harkness que tirar del equipo de guionistas que hizo de Wandavision un éxito es más garantía que coger a alguien que dirigió dos capítulos de Rick y Morty.
A lo que voy es a que a relativa igualdad de medios (aunque Disney sea un coloso Sony no es una empresa de galletas de Torrelodones) y con los mismos hándicaps (falta de tiempo, inflación, huelgas varias, trabajadores que se empeñan en cobrar por su trabajo…) la empresa que ha invertido en mejores profesionales en puestos clave suele, por lo que sea, sacar mejores productos que, a la larga, terminan arrojando dividendos. Y lo mismo pasa con los cómics (por fin aterrizo en lo que quería contaros). Resulta que a la Casa de las Ideas le ha entrado ahora mucha prisa por echar el cierre a la Era de Krakoa. Quizás, y sólo quizás, sea que quiere comenzar la nueva temporada de colegios y demás en Estados Unidos con nuevas series y nuevos comienzos bajo el brazo, porque eso parece vender. La cosa es que esta prisa está afectando de manera desigual a muchas de sus series actualmente en marcha. El otro día, sin ir más lejos, os hablaba de cómo Gerry Duggan se había quedado sin espacio para contar de una manera respetable la fuga de la cárcel de Máquina de Guerra y en su lugar había quedado una escena sin demasiado sentido en la que el héroe se piraba con sus dos nuevos amigos supervillanos al lado.
«Os llevaré conmigo, sabandijas…«
Tampoco ha quedado tiempo para que Magneto vuelva a reunirse con amigos y conocidos, pero Duggan cuenta en Caída de Dinastía de X con la profesionalidad de Lucas Werneck, que se marca una escena preciosa entre este personaje y el de Polaris, que se encuentra de pronto con su padre vivito y coleando en mitad del campo de batalla y con todo jugando en su contra. La ilusión, mezclada con la esperanza y la fe nos cuentan mucho en muy pocas viñetas gracias al arte de este ilustrador, que ha de hacer virguerías para sacarle jugo a un cómic que muere atropellado y sin tener muy claro lo que nos venía a contar más allá de que los mutantes y Orchis han terminado de zurrarse y que ahora a quien hay que golpear es a los robots malosos a merced de Nimrod.
Panini se encuentra con la trampa de un final de etapa exageradamente rápido para todas las series involucradas en la Caída de X, pero puede dar gracias a que en Marvel trabajan muy buenos profesionales, capaces de sacar oro de una mina agotada y de contar una historia sin apenas capítulos dedicados al desarrollo de los personajes y del ecosistema en el que se han venido moviendo durante los últimos dos años.
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