«Ahí había otra cosa. Algo que no era humano… que no quería ser humano«

Si no habéis empezado ya a leer El Inmortal Hulk os estáis quedando muy rezagados con una serie que se revaloriza con cada nueva entrega. Al Ewing ha sido nominado a los Eisner de este año por ella (y no estoy del todo de acuerdo con que no haya ganado) y quienes venimos siguiendo las terroríficas aventuras del goliat esmeralda desde que volvió de la tumba ya no sólo hemos perdonado a Marvel por lo que nos pareció una mala excusa para recuperar el binomio Banner/Hulk, sino que aplaudimos fervientemente a quienes tuvieron la feliz idea de unir los destinos del piel verde y el guionista de cositas como Loki: Agente de Asgard o Inhumanos: Familia Real.

Tras un primer gran arco que nos ha llevado de la tumba al espacio y de allí a las profundidades del infierno, comenzó en el número anterior una nueva historia que trae de vuelta a Betty Ross, a su padre (dadle tiempo), a Doc Samson y, de una forma u otra, al eterno Rick Jones. Es decir, a la plana mayor de los héroes afectados por la radiación gamma en algún momento de sus vidas. Ewing tiene algunos secretos que contar en relación con la inmortalidad del protagonista y está poco a poco reuniendo al público necesario para que esta historia pueda ser analizada desde perspectivas muy distintas.

«A veces es una gran bestia verde, que aplasta porque es la única manera de dejar salir el dolor«

Mientras que la aparición de Betty ha sido fugaz como una bala (perdón por el chiste malo) y aún habremos de esperar para ver de vuelta al general Ross, Samson y Bruce Banner se embarcan en un viaje en busca de los restos mortales de Rick… si es que el gran amigo de Hulk ha sido capaz de permanecer muerto. Esta búsqueda lleva a los dos personajes de vuelta al laboratorio en el que vimos a Hulk cortado en pedacitos hace no tanto y es en este escenario en el que el guionista decide dar un nuevo giro a la trama trayendo de vuelta a otro viejo conocido de los lectores de esta colección que no desvelaré en esta reseña por si, por fin, habéis decidido lanzaros a por esta serie. La llegada de este ‘personaje’ supone un cambio no tanto en el ánimo y el estilo de la trama, sino en el tipo de terror con el que Ewing lleva jugando desde el principio de su historia.

El Inmortal Hulk #10 (#85)

Porque desde el principio Ewing ha jugado con el concepto de que la noche es de Hulk y el día es de Banner. Y eso nos puede hacer caer en el error de separar al hombre y al monstruo como dos entidades distintas, obligadas a convivir en un mismo cuerpo, cuando la realidad es muy distinta. Si hay que buscar a un personaje que se asemeje a este binomio dentro del mismo universo Marvel yo  me inclinaría en pensar en Legion. El propio Ewing lleva lanzando dardos en esta dirección desde hace varios números. No es que Banner esté maldito, sino que es un caso salvaje e híper-poderoso de desdoblamiento de personalidad. El Hulk Diablo, que se disfraza de Hulk Padre aquí, no es más que otra de las facetas de la rota mente del científico, creada para proteger al personaje de una triste y dolorosa infancia de abusos. El resto de personalidades que están emergiendo dentro de esta serie no son más que otras facetas de la mente del protagonista y, precisamente por eso, el terror nos abre una nueva puerta cuando nos damos cuenta de que la imposición del día y la noche no podía ser más arbitraria.

El Inmortal Hulk, con su recorrido a través de las formas y los gustos del terror, se está convirtiendo en la gran obra maestra de su autor.