«Por otra parte, la naturaleza del ‘ser’ puede resultar muy variable«

Cuando analizo la manera en la que la carrera de Al Ewing ha despegado desde que era un autor más de los muchos que vivían a la sombra de la Marvel de Brian Michael Bendis y hasta el momento actual no puedo sino admirarme. Recuerdo a Ewing escribiendo los guiones de Poderosos Vengadores (ese grupo multicultural liderado por Luke Cage de cuando había más gente dentro que fuera de esta organización), me gustaba y me parecía divertido lo que hacía, pero tampoco consideraba que sus textos estuvieran en el top tres de lo que publicaba la Casa de las Ideas. Lo mismo me pasó con su interpretación de los Inhumanos, interesante, pero accesoria en su momento (y con ese componente que tanta rabia daba de contemplar como la Casa de las Ideas dejaba caer en el olvido a la que había sido su gran apuesta editorial durante unos años).

Y, de pronto, Banner volvió de entre los muertos. Este movimiento también despertó recelos en la comunidad de fans marvelitas a lo largo y ancho del globo, pero el primer número de su Inmortal Hulk disipó cualquier sombra de duda: estábamos ante algo nuevo, aterrador y apasionante. ¿Cuál es el cambio? ¿Cómo pasa uno de la casi irrelevancia a cotizar tan al alza como para ser el pilar de hasta tres colecciones punteras? La clave, a mi entender, ha estado en la libertad con la que se le ha dejado operar. Su Hulk ha vivido al margen de crossovers y eventos durante la práctica totalidad de su andadura y ello le ha beneficiado de una libertad creativa fabulosa que el guionista ha invertido en escarbar en el pasado del personaje y su universo para renovarlo y dotarlo de nuevos bríos para esta nueva época. Lo mismo podemos decir de sus Guardianes de la Galaxia, que se han permitido perder a Starlord para, al final de su primera temporada, recuperarlo como un personaje completamente diferente, pero sin perder un ápice de su alma. Ahora, con la libertad de quien goza de la confianza de los editores, Ewing juega a los dados con la configuración clásica del grupo y se permite adiciones tan inesperadas como la del mismísimo Victor von Muerte.

«Y mientras intentáis vuestro farol, el horror del que hablé se acerca«

Cierto es que el villano de los Cuatro Fantásticos ya lleva una temporada larga ‘tonteando’ con el heroísmo (yo, personalmente, disfruté bastante de su etapa como Iron Man). Pero lo cierto es que, tras la marcha de Bendis a la Distinguida Competencia, el personaje ha quedado relegado a la colección que lo vio nacer (y de la que se ocupa Daniel Lobato, así que no me meteré más). El recurso de Ewing nos pilla, por lo tanto, con el pie cambiado, pero ya no puede sorprendernos del todo, máxime cuando conocemos la capacidad de este autor para rescatar personajes (y habilidades) que habían sido olvidados. Queda como detalle tonto del número de este mes que tengamos al planeta viviente Ego causando muerte y a Muerte siendo víctima de su propio ego.

Guardianes de la Galaxia #14 (#89)

Ewing está construyendo unos Guardianes de la Galaxia que nos son, a la vez, familiares y desconocidos. Está también dando lugar a una formación super-numerosa que va a ser más y más difícil de controlar sin que ningún personaje quede oscurecido y dejado de lado. Pero ya hemos visto de lo que es capaz el autor de moda en la Casa de las Ideas (con permiso de Jonathan Hickman), así que parto una lanza en favor de la historia que nos tiene preparada el bueno de Al.