«Mientras limpia vuestras sobras decís que un hombre necesita«
Los dos primeros tomos de La liga de los Hombres Extraordinarios contaban una historia completa. Sus personajes tenían una trayectoria desde los tiempos más puramente victorianos hasta los albores del funesto siglo XX y se enfrentaban a un enemigo en apariencia indestructible para cuya derrota habrían de sacrificar a algunos de los suyos, dejando al resto dolidos y con muy pocas ganas de volver a verse. Todo podría haberse quedado allí, pero el éxito de la serie estaba siendo tal que, mientras se publicaban el Black Dossier y los diversos relatos sobre las aventuras del Capitán Nemo (por ahora, los dos spin-offs de que ha disfrutado la colección), Alan Moore y Kevin O’Neill se lanzaron a la escritura y publicación del presente tercer volumen de la serie.
La historia da en esta ocasión un salto de bastantes años para presentarnos a una nueva Liga en pleno año 1910 en la que Mina se conserva extrañamente joven y se hace rodear por una nueva (o no tan nueva) generación de figuras extraídas del folclore y la literatura inglesas de las primeras décadas del siglo pasado. El enemigo en este caso es invisible y juega con la paciencia de quien ya no le teme a la muerte, así que nos espera un libro cuyo primer tercio tiene más de pasear y hablar por las deprimidas y sucias calles de la Inglaterra que corría hacia la I Guerra Mundial que la acción con la que nos regalaban los anteriores tomos. Lo cual no está del todo mal y le permite al autor coquetear con el género musical y jugar al despiste con la que es, quizás, una de sus mejores obras: From Hell.
«Creo que esta noche vas a tener suerte«
Entonces llegamos de golpe a la segunda parte de este álbum y con ello saltamos a los locos años 60. Este segundo tercio es una de las creaciones más coloridas y locas que le he visto al señor Moore y en ella, sin duda alguna, se abandona (como al parecer se estilaba en dicha época) al sexo libre y al tonteo con las drogas. El problema que le veo es que hace girar demasiado la trama en torno a estos dos pilares, haciendo de Mina y sus compañeros una especie de inmortales salidos y adictos al sexo grupal, hasta el punto en que se pierde el interés por la trama principal, que sigue discurriendo lenta y ominosamente por debajo de toda la lascivia y los muñequitos de colores que O’Neill es capaz de plasmar en las viñetas.
La serie culmina su recorrido con el desembarco en la ‘Era del Desencanto’ en la que andamos malviviendo. Mina y los suyos llegan (unos mejor que otros) a 2009 y ahí sí, volvemos a ver al equipo que trata de recomponer rompecabezas que les quedan demasiado grandes mientras lucha por evitar un nuevo apocalipsis para Gran Bretaña y, ya si eso, el resto del mundo. Tal y como hiciera en el pasado, Moore extrae personajes de la cultura literaria anglosajona y, llegados a los primeros años del siglo XXI, no resiste la tentación de versionar al último gran hit de la literatura de su país. Aquí, aunque el concepto no termine de desencantarme, el guionista cae en el mismo miedo a la irrelevancia que movió a Albert Uderzo a escribir y dibujar el muy olvidable ¡El Cielo se nos Cae Encima! en 2005.
Planeta vuelve a completar el tomo con una gran cantidad de literatura que ayuda a entender la historia de Mina en el período que comprenden los años entre 1910 y 1969. En general, este es un tomo bastante más flojo que los dos anteriores, pero que cierra (esta vez sí) la historia de la gran Liga de héroes británicos a la par que analiza temas tan interesantes como el de la historia como un ente cíclico, la inmortalidad (la real y la figurada que consiguen los personajes a través de su supervivencia en nuestra imaginación) o lo maleable de la moralidad humana. ¿Se atreverá ahora Planeta con los spin-offs de la serie? Ya veremos.
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