En mi cabeza había tres nombres claves cuando pisé el suelo de San Sebastián hace 24 horas: Adele, Miyazaki y Kore-eda. Mi intención era ver esas tres películas por encima de todas las cosas, hartarme a pinchos, beber pacharán y acudir a la fiesta de inauguración estaban entre esas cosas. Pero como Denis Villeneuve nos ha enseñado en esa película tremenda, oscura y retorcida titulada Enemy, nosotros somos nuestro propio enemigo.
Desembarcar en un San Sebastián nublado
Estaba nublado pero hacía bochorno, una atmósfera lo suficientemente pesada como para que las cosas empezaran a salir mal. El filme de Kore-eda, Like Father, Like Son, que había sido tan aplaudido en Cannes se me escapaba entre las manos, que no había entradas, vaya. Llegué tarde. La tristeza me asaltó y tuve que abandonarme durante un par de horitas en la parte antigua. Cervezas y tapas para pasar el disgusto.
Gemelos, viajes en el tiempo, lesbianas inalcanzables
El plan era el siguiente. Ver Enemy y después La vie d’Adele, la película que ganó en Cannes se proyectaba a las 23.30 y tiene una duración de tres horas. Me perdía la fiesta de inauguración pero seguro que merecería la pena.
Enemy, la película que habría la sección oficial a concurso, es una pesadilla maravillosa donde un tipo, Jake Gyllenhaal, descubre la existencia de otro igualito a él, Jake Gyllenhaal. Un discurso sobre la identidad, la envidia, la soledad y el deseo de vivir otra vida se convierte en una extraña paradoja donde un error o un desdoblamiento en la línea espacio-tiempo es la única teoría que explicaría este extraño, inquietante y negro relato sobre un ser humano que se encuentra con su yo del futuro. O igual no significa nada de esto, pero pensarlo y debatirlo ya es un aliciente. Y luego está esa atmósfera gris y amarilla que inunda Toronto…
Gris, taciturno, lúgubre. Así era mi rostro cuando descubrí que no había ninguna posibilidad de ver La vie d’ Adele. Culpa mía, llegué tarde por segunda vez. Tuve que conformarme con un Terry Gilliam igual de loco que siempre y tan vacío como últimamente. The Zero Theorem retrata (otra vez) la lucha del hombre del futuro contra un sistema que nos vigila, contra la soledad a la que nos empuja la evolución de una tecnología que se impone entre las relaciones humanas, contra un sistema capitalista que nos ahoga… Lo tanta veces contado. Ni siquiera Christoph Waltz está a altura.
Para deshacerme de la pereza tuve que ir a la fiesta de inauguración… no me culpéis. Vino, cerveza y exquisitos pinchos me ayudaron a olvidar un primer día lleno de expectativas no cumplidas. Excepto por Enemy, que de momento es el peliculón del festival.
Bolas de Idiazabal, croquetas de chocolate, Keller muy fresquita… y ya veremos mañana.
Deja un comentario: