La sexta jornada comenzaba reivindicativo, y una vez más con lengua autóctona. Stéphane Brizé pone al actor Vincent Lindon en la piel de un trabajador en un momento límite. Haciendo eco de la situación en la que Europa está inmersa, esta película, muy en la línea Dardenne, pone el foco de atención en un supermercado donde, desde las cámaras de seguridad se percibe el sistema actual. Las normas son rígidas pase lo que pase. El sufrimiento que quede a un lado mientras que los trabajadores cumplan y así el sistema se mantenga. Nadie de arriba se para a preguntar por qué suceden estas cosas. Y un hombre que es como los consumidores que vigila, que tiene en su casa serios problemas, tiene que ser una pieza más de la máquina para que el sistema continúe. ¿Qué hace? Al menos tiene sus clases de baile y sus distracciones para no pensar en la hipoteca o malvender su casa. Le loi du marché es modesta pero con un mensaje firme y claro, y una actuación muy destacable de Lindon. Perfecta en la duración, no es necesaria alargar más porque es contundente y propone preguntas al espectador.
Y el plato de colorines más esperado de esta edición se ha servido por fin y se ha ido por la puerta grande. Risas ha provocado durante sus noventa minutos y gran ovación al final. Se nota que Pixar vuelve con fuerzas, por eso qué mejor escenario que la Croissette para demostrar todo el potencial. Inside Out es una gran película y muchos periodistas ya empiezan a custionarse si es de las obras maetras de Pixar. El espectador, bien sea éste un niño de 9 años o un crítico de 60 va a reir, llorar, impresionarse emocionarse y dejarse llevar por este viaje al centro del cerebro humano, donde los guías son las emociones: Enfado, Disgusto, Miedo y Tristeza son capitaneadas por Alegría, una gran heroína y desde ya un referente dentro de la compañía de animación. Esto en la parte creativa, en el ámbito tecnológico siguen sobresalientes. Vaya regalo repleto de sonrisas que nos ha dado Cannes.
Otra de las grandes apuestas –según la prensa que pudo verla anteriormente– era la de Todd Haynes. Su Carol tiene todas las papeletas para deslumbrar en la próxima edición de los Oscar, empezando por sus actrices: Cate Blanchett y Rooney Mara están fantásticas en esta adaptación de Patricia Highsmith. La dirección artística ha estado también cuidada al milímetro: esas luces amarillas sobre tonos rojos y oscuros dan a la historia más pujanza. Haynes ha ido a lo seguro, pero dentro de lo «políticamente correcto» funciona y obtiene un notable. En la carrera a las nominaciones será más laureada y alcanzará para muchos la matrícula.
De Un Certain Regard había una maravillosa rareza que firmaba Apichatpong Weerasethakul, Cemetery of Splendour. Una película que bien merece más de un visionado, y donde el tailandés, galardonado ya con Palma de Oro, compite en Un certain regard con una obra que mezcla exotismo y magia. Como en la obra que le dio el triunfo en 2010 en Cannes, hay fantasmas, vidas pasadas, etc.
La última a competición era francesa; una vez más, Francia se está quedando atrás en la competición mientras Italia le gana terreno. Anaïs Demoustier y Jérémie Elkaïm interpretan a la pareja de amantes y hermanos que realiza Valérie Donzelli, Marguerite et Julien. Impregnado de teatralidad, el argumento es más que interesante pero el conjunto finalmente falla. Y eso que los anacronismos tienen su punto.
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