En realidad, nunca estuviste aquí

En realidad, nunca estuviste aquí: Falsedad, posmodernismo y transgresión

No hay nada más aleatorio y, tristemente, decisivo que las reacciones a una película en un festival de cine. Para bien o para mal, esto puede provocar que una película reciba múltiples ofertas de distribuidores internacionales o bien que esté condenada al olvido y el abandono. En todos los certámenes hay una necesidad (por parte de la prensa) de encontrar una obra maestra y si no la hay se imposta en el título que más convenza o se considere más revolucionario, algo que puede volverse en contra de la propia producción cuando es presentada en otro lugar. Un caso reciente sería el de Una mujer fantástica, película que en Berlín provocó ríos y ríos de tinta y constantes ovaciones pero que a la hora de la verdad y fuera de este contexto se ha ido bajando de las nubes y, aunque no ha recibido críticas negativas, ha tenido una acogida menos entusiasta.

 

La directora Lynne Ramsay y el actor Joaquin Phoenix en el pasado Festival de Cannes

La directora Lynne Ramsay y el actor Joaquin Phoenix en el pasado Festival de Cannes

 

Quizás el caso más escandaloso e incomprensible de estas excesivas reacciones viene del pasado festival de Cannes que presentó en competición la última película de Lynne Ramsay: En realidad nunca estuviste aquí. En lo que parece ser la Croissete más insulsa de los últimos años y de la que prácticamente todas las películas a concurso se han ido desinflando, esta película era recibida con un entusiasmo extremo y Las primeras impresiones la definieron de obra maestra y clásico contemporáneo llegando a ser comparada con Taxi Driver. Estas reacciones eran refutadas por el jurado al concederle el premio a mejor guión y actor dentro de un palmarés que también es bastante cuestionable.

Unas semanas después del festival llegaba la noticia de que la película ya había sido terminada, lo que significaba que el certamen había proyectado una versión no definitiva en la que por no haber, no había ni créditos y, aunque es comprensible que una película sea remontada tras un festival para su estreno en salas, el hecho de proyectar una película sin terminar evidencia el proceso de selección seguido por los programadores. A partir de aquí, el camino que ha seguido la pelicula ha sido decisivo para entender el «no es para tanto» del año.

 

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Es bastante extraño que una película con dos premios en el festival francés y protagonizada por un actor de culto como Joaquin phoenix no hiciese presencia en Toronto y haya pasado discretamente por San Sebastián, Zurich o Londres sin pena ni gloria. Por otro lado, es un muy extraño el caso de su distribución internacional, ya que se va a estrenar antes en países europeos como Francia, Bélgica o España que en su país de origen (Reino Unido en coproducción con Francia y Estados Unidos) o los potentes Estados Unidos, donde los derechos pertenecen a Amazon. Da la sensación de que los distribuidores anglosajones no saben muy bien ni donde ni como meter esta película ya que, si de verdad tuviesen fe en ella, hubieran aprovechado para hacer campaña de cara a la temporada de premios.

 

Es cierto que San Sebastián es un festival propenso a la crucifixión, pero con el filme de Ramsay había cierta expectativa debido a la oleada de seguidores que tiene la anterior película de la directora: Tenemos que hablar de Kevin. Pero a la media hora de película una parte de los espectadores empezó a desconcertarse, y no precisamente para bien, porque la película parece preocuparse más por una maquiavélica estructura y no por el que podría ser un poderoso y perturbador contenido.

 

Lynne Ramsay, inspirada por una novela corta de Jonathan Ames, cuenta la historia de un veterano de guerra (interpretado por Phoenix) que se encarga de rescatar a mujeres de la explotación sexual, argumento más fácil de descifrar si has leído antes la sinopsis de la película porque Lynne Ramsay y su montador se empeñan en jugar a la arquitectura postmoderna con un guión que no lo necesita ya que, de por sí, es confuso y enigmático. Alternan los planos generales de breve duración con planos detalle en los que los diálogos brillan por su ausencia y esto se sufre porque las imágenes no dicen nada por si solas y reina el caos y la incomprensión.

 

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El personaje de Joaquin Phoenix va y viene atormentado por un críptico pasado que tampoco acaba de justificar todas sus acciones y que deriva en actitudes que acaban siendo inconscientemente cómicas e injustificables. También parece que hay una necesidad de provocación por parte de Ramsay al mostrar una crudeza que desentona con todo el tono ambiguo de su guión y montaje porque mientras que es sutil para construir personajes, es plenamente visceral a la hora de mostrar sus acciones y emociones.

 

Por otro lado, parece que había una intención de cuidar mucho el sonido, intención desvanecida por una descompensación total entre todas sus partes: el uso musical es terriblemente desiquilibrado y su mezcla con los sonidos diegéticos resulta de cuestionable buen gusto.

 

En realidad, nunca estuviste aquí parece una película hecha por y para ser exhibida en Cannes y que, por mucho que se terminase de montar a posteriori, no consigue grandes aciertos a nivel formal y de contenido. Todo es difuso, todo está a medias, no hay conclusión alguna y parece que todo responde a una extrema e incomprensible necesidad de síntesis fruto de la prisa con la que se ha debido de llevar a cabo el proyecto.

 

Volviendo a las reacciones del pasado Cannes, esta es la muestra definitiva de esa necesidad de los asistentes allí en encontrar una obra maestra dentro de una olvidable sección oficial. Puede ser que tocase ésta por ser la última de las películas de competición exhibidas y que los asistentes agradeciesen su ritmo y su breve metraje, puede deberse al indiscutible magnetismo de Phoenix ante la cámara, pero viendo esta película fuera de esa burbuja nos damos cuenta de todos los errores que acumula, de como inconscientemente es gobernada por el caos y de como un festival nos afecta tanto para bien como para mal.

Acerca de Alex Manzano

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Cine, arte y tebeos. Amarás el musical sobre todas las cosas. John Cameron Mitchel es mi dios. Si quieres encontrarme, busca en mi habitación. Si no, en cualquier rincón de Madrid.

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