La comedia norteamericana está en buena forma. A los nombres de Judd Apatow, Seth Rogen y compañía se unió hace algunos años el de Paul Feig. Claro está, éste forma parte del clan de los primeros y de esa maravillosa cantera que supuso la serie Freaks & Geeks, convertida hoy en indiscutible título de culto.
La filmografía para televisión del señor Feig asusta a cualquiera. Su currículum se mueve entre el drama y la comedia de mayor calibre de la última década: Arrested Development, Rockefeller Plaza, Weeds, Mad Men, The Office… En algunas series con mayor número de capítulos dirigidos, en otras con menos pero creciendo al amparo de los showrunners más respetados hoy.
En lo tocante a largometrajes, Espías supone su sexta incursión para la gran pantalla; sin embargo, podría considerarse que la unión que ha formado con Melissa McCarthy es la que le ha aupado a la fama por lo que los primeros títulos de su carrera quedan más tapados. Tras la sorprendente La boda de mi mejor amiga (2011) con la que sacó lo mejor de las dos cómicas más en forma del momento Kristen Wiig y la citada McCarthy (nominación al Oscar incluida para ambas) y la más desapercibida Cuerpos de élite (2013), ha confirmado un sentido del humor particular que da una vuelta de tuerca al cine noventero.
Espías, en la línea de largometrajes como Con el arma a punto (Gene Quintano, 1993) juega a esa mezcolanza entre la parodia y la autoproclamación de título serio de género, saliendo beneficiado por una realización acomodaticia pero muy pintona dentro del efectismo imperante en los últimos años en lo que a persecuciones, tiroteos y peleas cuerpo a cuerpo se refiere. No obstante, los momentos más hipnóticos del metraje son aquellos en los que la acción se deja a un lado y el humor cobra protagonismo.
Pese a sus primeros pinitos interpretativos de la mano de Guy Ritchie en ese cine tan personal del director inglés en los que el peso cómico es indispensable, la decisión de casting de incluir a Jason Statham en una película que parodia los clásicos de espionaje fue cuanto menos sorprendente. Qué duda cabe, representa un potente reclamo para cierta parte de la audiencia que acudirá pensando que el musculado actor repartirá aquí también lo suyo. Por el contrario, todas y cada una de las escenas en las que el actor británico está presente son una bomba de carcajadas, jugando un rol paródico en el que se ríe de sí mismo sin cortapisas; le roba el protagonismo a McCarthy en cada plano y quizá por eso en el corte final tenga menos peso del presumible, o del que gustaría que tuviera.
Porque lo mismo ocurre con Jude Law. Las carreras de Melissa McCarthy y el Watson moderno han sufrido un progreso diametralmente opuesto. Mientras que la oronda actriz ha visto en cosa de cuatro años aumentado su caché y su fama con un par de títulos por año y una serie de audiencias millonarias que en enero estrenará su sexta temporada, el británico sigue teniendo tirón en taquilla pero tanto el público como la crítica y él mismo son sabedores de que sus mejores trabajos ya se pueden encontrar en dvd.
Y no es que Melissa McCarthy no pueda sostener el peso de la película por sí misma. Ha demostrado una vis cómica solvente, con un físico que le permite darle varias lecturas al personaje ya que posee la capacidad de reírse de sí misma y todavía le queda mucho por crecer. Pero con la química que demuestra con Jude Law y lo tremendamente gracioso que está Statham, se echa en falta más minutos de ambos en pantalla, ya que, por otro lado, no es una película corta ni mucho menos.
Espías es una de esas comedias que por su poster y su propio título pasarán quizá desapercibidas pero que resultan muy divertidas, frescas y rejuvenecedoras. Tan sincera en su falta de pretensiones como certera en su ímpetu por hacer reír.
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