Se puede decir que hasta hace poco más de una semana no era una chica ni rápida ni furiosa. Y tan contenta… Todo lo que sabía de la saga, era a través de los carteles publicitarios y los tráiler que no había tenido más remedio que ver, siempre en la gran pantalla, y previamente a otras películas. Y como digo, tan feliz. No obstante la situación cambió cuando supe que debía acudir a ver la séptima parte. Aunque fuera a contrarreloj, tenía que poner remedio si quería enterarme de qué iba la cosa, y eso que nunca dudé que en Fast and Furious se hablaba poco más que de motor, músculo, culetes femeninos, y música que no iba conmigo.

Y bien, aunque no me llegó el tiempo para ver todas las entregas, sí tuve el imprescindible para descubrir que a pesar de que por supuesto no es necesario llevar puesto el intelecto para poder seguirlas, me había estado perdiendo algo rico, rico, y acudí al pase casi ansiosa.

Et voilà, Fast and Furious 7, es la mejor de todas. Así, dicho a las bravas. Bajo la dirección de James Wan, experto en darnos sustos, nos llega una nueva aventura en la que demuestra que la acción también es lo suyo. En la siete, ha transcurrido un año desde que vimos por última vez a esta curiosa y entrañable familia. De nuevo en Estados Unidos, con un Brian O’conner (Paul Walker) haciendo de papá lo mejor que puede, un Dominic Toretto (Vin Diesel) y una Letty (Michelle Rodríguez) que andan a lo suyo entre rugidos de motor, amor y recuerdos que no vuelven; un siempre entrañable agente Hobbs (Dwayne Johnson) que se va mucho y viene poco, pero lo imprescindible para cumplir con su papel y ponernos los pelos como escarpias cuando debe, nos llega el siguiente grano en el trasero: Deckard Shaw (Jason Statham), o lo que es lo mismo, EL VILLANO (así, con mayúsculas, por lo grande que es su papel). Merced a un espectacular y agudo inicio en el que se nos presenta al temible maloso, y sobre todo, el tono que seguiremos durante toda la película, rápidamente empezaremos a temer por la vida del entrañable grupo, puesto que esta vez son ellos el objetivo y van a ser eliminados.

Y a partir de lo que parece una premisa tan sencilla y sucinta, y porque para destrozos y spoilers ya están los tráiler, el in crescendo será una constante en la cinta. Desde el minuto uno hasta casi el final, seremos testigos de un espectacular desfile de carreras (espectacular se me queda corto), peleas vibrantes e impecables (hombre vs hombre, hombre vs mujer, mujer vs «caballo percherón»), por supuesto amistad y amor incondicional, y mucho sentido del humor e ideas de Perogrullo. Y todo este espectáculo visual tendrá lugar siempre a golpe de música y acelerador de Estados Unidos a Tokio o Abu Dhabi… ¡Casi nada! Imposible parar en la butaca entre tanto sobresalto, momento emotivo, cachondeo (la fanfarronería es la moneda de cambio) o regalitos en el reparto como es el simpático Mr. Nobody (Kurt Russell).

En cuanto a la sustitución de Paul Walker tras su trágica muerte, también esta resulta prácticamente impecable. A pesar de que todos y cada uno de los asistentes, estoy segura, buscamos los momentos en los que él seguía en pantalla pero en realidad ya no estaba, y siempre dejando a un lado esas tomas finales, son poquísimos, casi nulos, aquellos planos en los que se podría asegurar esa sustitución. Y respecto al homenaje, ese último adiós, ese final que cierra por el momento toda la aventura y le dice hasta pronto a uno de los grandes amigos del reparto, este también es perfecto y emotivo, como cabía esperar (o más).

Para concluir, decir que fui una insensata al pensar que ya lo había visto todo (dentro de la saga). Tratándose de Fast and Furious, NUNCA lo has visto todo; ninguna de las burradas anteriormente vividas, ni ha sido suficiente ni la más disparatada comparada con esta. Y es que Fast and Furious 7, toda ella, resulta divertida, redonda e imprescindible: grande y jugosa. Ojalá no sea la última. Que no pare la familia…