No debería sorprender encontrarse a Bradley Cooper detrás de las cámaras imprimiendo su sensibilidad como director. Hace ya años que el norteameicano viene pregonando su interés por dar el salto a la dirección, y no faltan los proyectos en los que se ha involucrado como productor. Este deseo, pues, va más allá del mero capricho de estrella y solo era cuestión de tiempo que diera con el proyecto adecuado para él.

Este proyecto es Ha nacido una estrella, una tragedia romántica sobre la fugacidad y volatilidad del éxito, el miedo que esto provoca y, claro está, el amor, pasional, doloroso, redentor o destructor. Es además un relato mil veces contado y no por cualesquiera, sino por talentos como Barbra Streisand, George Cukor, Fredric March o Judy Garland. Es un título, en definitiva, ambicioso donde los haya, en el que además de dirigir, co-escribe y es protagonista junto a otra debutante de postín, Lady Gaga.

El gran acierto de Cooper ha sido el saber rodearse del mejor equipo posible. Desde el oscarizado Eric Roth (por Forrest Gump, 1994) en la escritura, al director de fotografía Matthew Libatique (estrecho colaborador de Darren Aronofsky y con amplísima experiencia en el terreno musical, trabajando con artistas como Justin Timberlake, Adele o Tupac) o el editor Jay Cassidy (tres veces nominado al Oscar), son muchos los reputados profesionales con los que ha contado el director/protagonista para ir sobre seguro en su debut. Esto no desmerece, en absoluto, las aptitutdes de buen cineasta que demuestra el de Filadelfia. Influenciado por sus colaboraciones con David O. Russell, Cooper pone el foco en la intimidad de sus personajes, trabajando con una cámara siempre en movimiento, muy cerca de ellos, buscando captar la autenticidad de los gestos y los detalles.

Aquí es donde radica la fuerza de esta nueva revisión de Ha nacido una estrella. Argumentalmente no se aleja de las versiones anteriores, salvo por la evidente actualización del contexto y escenario, y en el aspecto musical la experiencia de Live Nation ha tenido bastante peso, pero cuando Bradley Cooper tiene espacio para retratar a la pareja protagonista, sus miedos y deseos, es cuando la película explota toda su personalidad. Hay mucho mimo en el trabajo con los personajes de Ally y Jack, tanto quizás que importantes roles para el devenir de la trama como los de Rafi Gavron o Sam Elliott al final quedan un poco deslucidos (especialmente el primero).

¿En busca de la cuarta nominación al Oscar?

Mucho se habla de la interpretación de Lady Gaga en Ha nacido una estrella, de su compromiso con el personaje e, incluso, de cómo las semejanzas con su propio recorrido artístico la han podido ayudar a redondear su actuación. Pero si alguien sobresale en este aspecto es Bradley Cooper. Después de tres intentonas (El lado bueno de las cosas [2013], La gran estafa americana [2014] y El francotirador [2015]) está podría ser su ocasión de coronarse con el Oscar a la mejor interpretación masculina. Gaga imprime toda su fuerza a los momentos musicales que protagoniza, ahí se siente comodísima y transmite todo su poderío (la balada I’ll Never Love Again y su versión de La vie en rose son dos de los momentos más emocionales del filme), pero Jack, el personaje de Cooper, disfruta de un arco narrativo mucho más definido. El actor sabe exprimir esa ventaja para construir una actuación cargada en matices y que no desluce en absoluto en los momentos musicales (grabados todos en vivo y para los que trabajó la voz durante cerca de un año).

Lady Gaga nos regala un debut muy prometedor, pero la estrella que más brilla -en pantalla- es la de Bradley Cooper.