Cartel de No llores, vuela

No llores, vuela: Bella frialdad

Claudia Llosa parte con buenos ingredientes en su último trabajo, empezando por el casting, que es internacional –una americana, un irlandés y una francesa. Así la coproducción que ha dirigido la directora de La teta asustada se hace más atractiva de primeras. Primer punto a su favor.

 

La cineasta peruana entreteje dos narraciones separadas temporalmente: la historia de una madre con dos hijos (Jennifer Connelly) por un lado, y otra veinte años después sobre ese hijo ya adulto (Cillian Murphy), que se gana la vida como cetrero. El nexo que volverá a unir a los dos personajes será una periodista forastera (Mélanie Laurent).

 

Jennifer Connelly en No llores, vuela

Jennifer Connelly en No llores, vuela

 

La historia es fría, el escenario es frio, y los personajes son fríos. Las bajas temperaturas parecen albergar secretos de toda índole, y ahí es donde radica la fuerza de Llosa: plasma un entorno glacial exterior e interiormente.

 

Para la parte visual se ha apoyado en una sutil fotografía, que se convierte en otra de las protagonistas; mejor dicho, es casi una integrante más de esa familia monoparental. Otra cosa son unas cuantas escenas innecesarias que no aportan nada a la trama principal. Aun así, esto no mancha el níveo lirismo que emana la imagen.

 

Cillian Murphy en No llores, vuela

Cillian Murphy en No llores, vuela

 

Llosa juega con lo exótico del folclore canadiense: la halconería, los curanderos, todo rodeado de un halo onírico que esa luz tan clara evidencia. Además maneja bien la incertidumbre en la que se halla el espectador que ansía respuestas ante semejante y gélido percal.

 

Acorde con el glacial ambiente están los actores, muy bien seleccionados por ser muy atractivos pero a la vez con rasgos fríos. Jennifer Connelly está inmensa en el papel de madre, y la verdad, es muy creíble como mamá de Cillian Murphy, un chico tocado por hechos de su infancia. Melanie Laurent sale bien parada metida en la piel de una reportera de televisión, además consigue que haya química entre su personaje e Ivan (Murphy), más que la que hay entre el chico y Oona Chaplin, que interpreta a su esposa.

 

Melanie Laurent en No llores, vuela

Melanie Laurent en No llores, vuela

 

Aunque Llosa no ha profundizado tanto que hace que el hielo no llegue a cuajar y se rompa. Hay algo que falla. Prestando atención a la dirección de arte, se despista entre tanta nevada con el mensaje: el deseo de pedir perdón, ¿O acaso la fuerza radica en el debate de razón versus irracionalidad? Cuestión que implanta en la madre y el hijo: ella es curandera, y basa su vida a los rituales y él, un cetrero, se ha convertido en una persona huraña y controladora de su alrededor.

 

Sugerente es, sin embargo el drama ha quedado relegado a una imperante estética que se antepone al mensaje, de forma que el equilibrio se pierde. Pero Llosa no nos deja en la hipotermia del todo: consigue darnos calidez a bajo cero. Al menos, sí que es un Cuento de invierno, y no ese en el que Connelly se embarcó.

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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