Todos los proyectos audiovisuales son trabajos personales de alguien. Pero hay algunos que lo son más. Ése es el caso de Claudia Llosa con su cine. Oírla hablar de sus trabajos es escuchar una voz apasionada. Es directora y guionista, pero también es una gran contadora de historias, como lo ha demostrado en su tercer largometraje, No llores, vuela, de la mano de Jennifer Connelly como protagonista. En su visita por Madrid nos habló de la película.
P: Empecemos por varias cuestiones: tú escribes tus historias ¿De dónde te llega la inspiración? ¿Te consideras más una directora? ¿Escribiste esta historia particularmente?
R: Mi proceso natural ha sido desde el papel, mi búsqueda, a pesar de que me cuesta más porque yo soy más de la imagen que del papel, por mi propia dislexia, digamos, sí que tengo un proceso muy natural y me resulta muy orgánico el explorar primero en guion y a partir de ahí ya doy paso a la dirección. Tanto a nivel de paso de carrera yo estudie guion de cine, aquí en la Escuela Tai, de Madrid, y yo me consideraba una guionista, quería ser una guionista a pesar de que, no tenía intención al principio de dirigir. Cuando he empezado a buscar la financiación para ese primer guion, que era Madeinusa, me empecé a reunir con productores y tuve la suerte de conocer a José María Morales, el productor de esta película y de todas las anteriores que transformó mi vida porque me dijo: «Este guion solo me interesa si lo diriges tú, porque es tan personal, es tan tuyo que cualquier interpretación para mí, no va a tener sentido” y yo le decía, «Yo en mi vida he dirigido ni he ido a un rodaje» y él me contestó: «Dirigir es fácil, incluso escribir es lo difícil«.
En cierta medida coincido con él, a pesar de que la dirección es muy complicada también, pero digamos que casualmente caí en la dirección y me encanta, y también me complementa, porque hay una cosa íntima en la dirección; la escritura es más solitaria, pero luego se complementa con esa parte tan colaborativa y más gregaria, y más de unir fuerzas de disciplinas distintas y que hoy por hoy, no podría irme al guion solamente. Pero el contacto con la gente también me apasiona. Cuando era muy muy joven quería ser psicoanalista y creo que me hubiera faltado la comunicación, el lograr unir visiones distintas en una sola. Pero me parece fascinante.
P: En esta película haces muchas preguntas a las que no respondes explícitamente aunque sí que podemos saber cuál puede ser la respuesta. Hay una en concreto, de la protagonista de aferrarse a algo en lo que no cree ¿Por qué se agarra a algo en lo que no cree? y ¿A qué te aferrarías tú sin creer y cuál sería el motivo?
R: Creo que me interesa mucho como las personas o los individuos nos enfrentamos en un momento concreto de nuestras vidas, que nos llevan al límite o al abismo, y recurrimos al mecanismo de encontrar donde sea una sensación de seguridad, creo que hay algo inherente en el ser humano de querer saber, de querer controlar, de tener la certeza, y la incerteza es inherente a la vida, es ese misterio, ese sentido oculto de la existencia que finalmente todos los personajes en la película logran tener esa comunicación con ese sentido oculto, con eso de no poder poseer con palabras o poseer con una explicación.
Mis mecanismos probablemente estén más ligados a la ficción y la fantasía y utilizo esa ficción como modo de exploración, de sublimación pero creo en eso, en esa necesidad: hablo un poco de ese terror a la vulnerabilidad, ese terror al mayor momento de fragilidad de nuestra existencia o vida y como queremos a toda costa, encontrar esa seguridad que no va a llegar, no, a pesar de los mecanismos que encontremos. La única diferencia en los mecanismos que ella utiliza es que acepta más esa subjetividad, aunque su fin, sin duda no es ese.
P: Es que parece que Nana (Connelly) acepta que se está auto engañando…
R: Nana no se auto engaña, acepta ese misterio y esa no certeza y logra tener una relación genuina con ella, no pretende controlar y creo que esa su búsqueda; es cuando tratas de hablar del perdón, que también se habla de ello en la película: ¿Para perdonar necesitamos justificarnos y necesitamos entender? ¿O es necesario saber cómo podemos entender nuestra historia?, o incluso reflexionar sobre nuestra existencia sobre la historia en general si no somos capaces de intentar conectar con lo que ocurrió pero sin la necesidad de justificarlo.
Creo que para que el perdón radical y verdadero exista, hay una necesidad real de no querer justificar, porque entonces no hay manera de seguir adelante, de poder dar el paso y perdonar. Ahí es donde está fe de cada uno. El proceso de Nana en su vida es aceptar ese no control. Es como ese círculo vicioso, aunque no creo que Nana tenga esa fe ciega en lo que hace, ella cree más en el proceso y en la transformación que implica ese viaje y no pretende poseerlo, es lo que ocurre con Ivan, que él busca entender eso de ¿Cómo voy a perdonar esto que no comprendo? ¿Cómo voy a ser capaz de perdonar lo incomprensible? Esa pregunta que en este caso está ligada a una familia, un acontecimiento familiar específico se puede llevar a cualquier ejemplo, pero queremos justificar y perdonar. Queremos saber y creo que es imposible pasar la página sino somos capaces de aceptar esa parte oscura de nuestra existencia.
P: ¿Cómo fue tu paso de trabajar con actores ya de renombre?, ¿Y cómo hiciste para transmitirles toda la pasión que querías mostrar al público en tu idea de la película?
R: Ha sido fascinante para mí. Todo proceso, toda relación del director con esa alma frente a ti ,que está entregando su subjetividad para poder contar esta historia esto implica el diálogo, implica la escucha, implica la conexión más básica y yo creo que en mi caso, lo que yo me encontré con cada uno de ellos, es esa capacidad de comprender la historia sin querer cuestionarla, esa capacidad de entender la dimensión y la complejidad de lo que estaba ocurriendo en ese momento, en cada uno de estos personajes y entregarse a ellos y a esa búsqueda conmigo. Entregarte a la expresión del dolor sin regocijarte en él, sin llegar al sentimentalismo, dejar que eso ocurra y en toda su intensidad no lo hubiera podido lograr sin el talento y el trabajo que tienen ellos.
Me sentí muy libre y ellos me han dado libertad de poder contar esta historia, dejando hacer esa subjetividad, esa conexión que no se puede a veces decir con palabras, pero que implican la confianza mutua, yo creo que esa es la clave, que decante en lo que tenga que ser. Yo siento la misma sinceridad que había con los protagonistas, no siento ese diferencial a la hora de explicar la relación, es una relación humana emocional donde hay varias personas sacando adelante y materializando esta historia.
P: La historia tiene una estética muy determinada y muy fría. ¿La tuviste en mente desde el inicio cuando escribías el texto?
R: Siempre hay imágenes muy claras que aparecen mientras estoy escribiendo. Por ejemplo esa primera imagen del halcón enmascarado que está encima y lo va siguiendo, te está diciendo que es un personaje más al que no vas a reconocer inmediatamente. Me parecía una imagen tan poderosa que sabía que iba a ser así. Pero a lo demás le doy mucha libertad. Tengo una imagen o dos en cada escena, dependiendo, que me obsesionan, y a partir de ahí construyo, pero sí que ésta es una película que a diferencia de las otras que son más estructuradas, aquí era todo lo contrario: tenía esa imagen del niño aprendiendo a nadar, como un perrito y con esa angustia y que a la vez tiene felicidad de que lo ha logrado… La cámara ahí tenía que estar muy cerca moviéndose. Seguíamos casi un espíritu documentalista, muy cerca y casi el entorno, que es muy importante, se intuye, tú sabes que está ahí.
Lo mismo sucedía con el sonido, trabajamos la lateralidad de los diálogos, generalmente estamos muy en el centro y los hicimos más laterales para que se metan en la cercanía física extrema para generar esa sensación y que el espectador pueda vivir lo que bien esos personajes. Es un tratamiento más ligado a la psicología y que te va desprendiendo y te va diciendo por dónde ir.
Deja un comentario: