Batman y Robin Eternos #6

Batman y Robin Eternos #6: Statu quo

Batman y Robin Eternos #6«Sería como asumir que ambas sobreviviréis a esto«

 

Poco nos ha durado la segunda bat-serie semanal que publica ECC. Concretamente, la mitad de lo que se extendió Batman Eterno. Claro que ésta se ha visto truncada por el Renacimiento del Universo DC y también es verdad que el alcance de su historia no llegaba al nivel de destrucción de la anterior (aunque sus escenarios hayan sido más globales). Batman y Robin Eternos ha sido una colección para el lucimiento de los sucesivos sidekicks del Caballero Oscuro y, como tal, ha cumplido su función con creces, devolviendo el lustre a Damian Wayne y Tim Drake antes de que vuelvan a ser verdaderamente necesarios y haciendo crecer de forma definitiva a Jason Todd o a las casi recién llegadas Cassandra, Spoiler y Blue Bird de manera que aprendan a volar en solitario unas y a jugar en equipo el otro.

 

Lo cierto es que el anterior volumen ya dejó la historia vista para sentencia. Tras tocar fondo en todos los aspectos posibles, los protagonistas volvían a estar reunidos para lanzar su ataque final contra Madre, esta vez actuando de forma orgánica y coordinada, cada uno de acuerdo a sus habilidades personales. A este respecto, Batman y Robin Eternos #6 se centra en relatar (tomándose su tiempo) la batalla final y, en un último capítulo, el epílogo que nos pone en la dirección adecuada para lo que está por venir en la editorial norteamericana de cómics.

 

«Mis métodos son atroces. Pero necesarios«

 

Pero para preparar el futuro faltaba una cosa. Restaurado ya Batman en los compases finales de la magnífica etapa de Scott Snyder al frente de la cabecera y recuperados Alfred y la Bat-Cueva, quedaba por restituir la familia del murciélago que se descompusiera en aquella terrorífica saga con el Joker de por medio. Para ello nada mejor que volver al principal recurso de esta serie, los flashbacks, y al Robin más cercano a Bruce Wayne en los últimos años y que, curiosamente (por aquello de haber muerto y tal), menos había tenido que decir al respecto. El joven y hosco Damian se convierte en un capítulo notable en el principal valedor de su padre, aclarando gran parte de los misterios a los que el resto de Robins nunca pudieron acceder por medio de un sencillo discurso. Todo esto dibujado de manera muy inteligente por el soriano Fernando Blanco (y para muestra un botón más abajo, en una viñeta en la que Batman se descubre para mostrarse como Bruce Wayne frente a su hijo y desnuda su alma en dos páginas fantásticas).

 

Batman y Robin Eternos #6

Batman y Robin Eternos #6

 

Este regreso al statu quo no debe entenderse como el que otros muchos autores hayan hecho antes de cara a no «fastidiar» a sus sucesores con tramas heredadas. Desde un principio, el plan de Snyder cuando comenzó con su sistemática destrucción de los símbolos que rodeaban al justiciero de Gotham no pretendía detenerse en el momento más bajo de la colección (en el que el propio protagonista tuvo que ser sustituido por Gordon), sino que se encaminó hacia el renacimiento del héroe, para liberarlo de muchos de los fantasmas de su pasado (como evidencian de forma simbólica sus desaparecidas cicatrices del pasado) y dejarlo más en forma que nunca. La idea, así, no es que Batman esté listo para su próximo autor, sino para que la próxima década de aventuras nos pueda parecer como la primera en uno de los personajes más longevos de la historia del cómic. Para ello no sólo ha hecho falta restituir toda la simbología alrededor del cruzado de la capa, sino que se hacía imprescindible un lavado de cara a todos sus habituales aliados, cuya importancia en el Renacimiento de DC va a ser superlativa si nos atenemos a lo que nos hacen llegar desde tierras americanas. Batman y Robin Eternos cumple con las expectativas que se habían generado en torno a ella y, ya de paso, nos ofrece una gran historia en la que Batman ofrece nombre y legado a todos los que estén dispuestos a recoger el testigo.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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