Este tercer (y último) volumen de la colección de Batwoman bajo la coletilla de Renacimiento publicado por ECC Ediciones sigue la trama desarrollada en los dos tomos anteriores. Marguerite Benett (arropada por un fantástico Fernando Blanco en el dibujo) ha tenido la oportunidad de desarrollar una larga aventura que, sin perder de vista los acontecimientos de Detective Comics, ha sabido explorar la faceta personal de Kate Kane (a través de las siempre complicadas relaciones paternofiliales y la relación amorosa con la que es hoy una tormentosa enemiga) con el ánimo de reivindicarla como una de las figuras más interesantes en la nómina de personajes gothamitas.
«No te rindas a los fantasmas del pasado ni a los sueños del futuro«
Resulta curioso que la primera referencia a otras colecciones / números anteriores que aparece en el tomo (en la página 5), remita a Batgirl: Elegy, o lo que es lo mismo, al tomo en cartoné de Planeta que sirvió como origen a esta etapa que se desarrollaría (ya en ECC) en el marco de los n52 y luego aquí, en Renacimiento. Está por ver si ECC decide algún día reeditar la historia de Greg Rucka y J.H Williams III, que a día de hoy se encuentra descatalogada. Es interesante sobre todo porque, viéndolo en perspectiva, demuestra lo bien que se han hecho las cosas con el personaje, a diferencia de otros en los que el cambio de etapa o guionista ha significado un volantazo en la dirección de su colección. Batwoman, por el contrario, con sus diferentes estilos, ha mantenido una envidiable coherencia que la convertirá en una serie a destacar entre los hitos de la editorial.
Este último volumen gira en torno a Kate Kane, a sus miedos y a su familia. La heroína debe enfrentarse a cara de perro con sus fantasmas (pasados y futuros), sobreponiéndose a su sentimiento de culpa ante las pérdidas que no supo o pudo evitar. Ya la hemos visto flaquear y derramar lágrimas o caer en la tentación de las adicciones. Ahora, en estas páginas se alza como un fénix y purga con su fuego los miedos que ha aprendido a reconocer y aceptar, usándolos como arma a su favor. Benett ha convertido su etapa en una curva de aprendizaje para Batwoman, que sale muy reforzada como personaje.
Estos números finales son una suerte de terapia para la protagonista que ha de afrontar sus derrotas y remordimientos, así como su dependencia al símbolo del murciélago, muchas veces (como se afanan en recordarle aliados y enemigos) puesto incluso por delante de su familia. Así, de una u otra manera, el desenlace del conflicto contra Los muchos brazos de la muerte deriva en una inevitable toma de decisiones por parte de Batwoman, definitorias para marcar su rumbo futuro.
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