«Tú no deberías ser una persona… deberías ser una idea«
Aquellos que hayáis seguido la serie Batman Inc. sabréis que los mayores temores de Bruce Wayne cuando el Joker desató el terror en Gotham durante los acontecimientos de La Muerte de la Familia terminaron por materializarse en una vieja historia que ahora vuelve a repetirse de una manera dolorosa y triste para el Caballero Oscuro. Es por ello que los tres números de los que hablamos hoy llevan implícito ese dolor, ese luto, del cual no veremos salir a Batman hasta dentro de bastante tiempo (entre otras cosas porque a partir de diciembre llega la saga Origen, ambientada en los primeros años del protagonista de la serie).
Si hay algo que nos haya enseñado el pasado es que la manera de Wayne de lidiar con la tristeza y la impotencia es a través del castigo y la autoexigencia de ponerse en situaciones límite. Ya ocurrió con Jason Todd y ahora vemos como el guardián de Gotham vuelve a entrar en una espiral de violencia que cuenta con una espectadora cuyo futuro parece aclararse por momentos tras esas fugaces apariciones al principio y al final de La Noche de los Búhos: Harper Row nos deja ver cómo se lanza de cabeza hacia su destino al mismo tiempo que hace las veces de Pepito Grillo para Bruce en su peor momento. El número #17 de Batman nos muestra la hora más oscura del héroe para colocarnos en el camino de su recuperación y su redención a los ojos de quienes han perdido su confianza en él.
Parte de este camino se nos muestra en los números #18 y #19, contenedores de una breve aventura que devuelve a la posición de gran villano a uno de los actores clásicos de la gran película de la vida de Bruce Wayne. Basil Karlo vuelve a escena en un papel tenebroso que habla sobre la pérdida de la identidad actuación tras actuación. El propio Johnny Weissmüller pasó los últimos días de su vida creyendo que era Tarzán en lugar del nadador ganador de numerosas medallas que más tarde interpretaría al personaje en repetidas ocasiones. Snyder nos muestra como Basil se ha ido diluyendo poco a poco en las múltiples identidades que ha ido asumiendo como Clayface hasta perderse en un océano de ira y resentimiento hacia Batman que, a la postre, es lo único que la mantiene medianamente unido a la cordura tras su desastrosa asociación con Hiedra Venenosa (números #13 y #14 de la colección).
«A veces lo de ser un héroe ya cansa«
Frente a Clayface, Batman ha de reencontrar sus señas de identidad y hacer las paces consigo mismo para regresar a la acción como el gran detective que es, desenmascarar al impostor y recuperar su buen nombre y, ya que estamos, su espíritu indomable. La aventura cierra, ya en el número #19, con una imagen de esas que no abundan precisamente en la colección del Caballero Oscuro y que no veíamos desde las últimas viñetas de Flashpoint. Grant Morrison ha lanzado una bomba sobre el mundo de Bruce Wayne y Scott Snyder ha sabido utilizar la explosión para lanzar al héroe hacia adelante y mostrarnos su maravillosa capacidad de regeneración.
En el apartado artístico, Andy Kubert y Alex Maleev (éste último con una imagen final que deja con la boca abierta) se encargan del primero de estos tres números mientras que Greg Capullo vuelve a retomar el personaje en la historia de Clayface. Mención especial merecen la simpática portada desplegable del número #18 y el estupendo homenaje a Fank Miller con el que Capullo decora la primera página del último capítulo antes de Origen.
«… no estoy listo para dejarle marchar…«
¿Qué ocurre con Detective Comics durante estas tres entregas? La hermana pequeña de Batman sigue durante estos números con la saga de Pingüino Emperador que, si bien no llega a las cotas de intensidad emocional que desprende la serie principal del Hombre Murciélago, sí que nos vende (como ya acostumbra desde el correcto tomo de Tácticas Intimidatorias) una gran historia de los bajos fondos de Gotham en la que Batman no es más que un actor secundario.
Las maquinaciones de Ogilvy esconden la secreta esperanza de destacar por encima de la masa informe de la sociedad por parte de los matones que se suelen interponer entre los puños de Batman y las caras de sus enemigos. Su historia es una reivindicación de la figura del ‘número 2‘ (que con tanto tino supo parodiar Jay Roach en la saga Austin Powers), siempre a la sombra del villano de turno y con tantas, o más, papeletas para dirigir el cotarro como las que tiene su, usualmente, tiránico jefe.
Estas páginas también sirven para introducir en el Nuevo Universo DC al clásico y casi olvidado personaje de Man Bat, que en esta ocasión se convierte en un personaje mucho más dramático y heroico de lo que podríamos imaginar en un principio, para poner de nuevo en acción (aunque de forma accesoria) al siniestro Zsasz y para devolver el orden a la alta sociedad gothamita tras el breve (¡oh, vamos, como que no lo imaginábais!) paso de Oswald C. Cobblepot por la penitenciaría de Blackgate. El guión de esta historia (y de las dos historias cortas que la acompañan) corre a cargo de John Layman mientras que Jason Fabok sigue deslumbrándonos con su destreza artística en la saga de Pingüino Emperador y Henry Johnson y Andy Clarke hacen lo propio con los relatos complementarios.
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