ECC Ediciones publica en nuestro país Trinidad manteniendo el formato original norteamericano de grapas mensuales de 24 páginas. Trinidad #1 a un precio promocional de 1€ y las siguientes a 1.95€. En esta reseña vamos a dar nuestras impresiones de la primera parte del arco argumental inaugural de la colección que corresponde a Trinidad #1-4.
Lo primero que ha de tenerse en cuenta es la falta de independencia de esta serie respecto a las cabeceras individuales de sus personajes. Francis Manapul, guionista y dibujante ocasional de Trinidad, no le pone las cosas fáciles a los lectores ocasionales que vayan a mostrar interés por esta colección de forma autónoma. Las referencias a la imposibilidad de que Wonder Woman no pueda regresar a Themyscira, o a que este no sea «nuestro» Superman (entendiendo «nuestro» como el que conocimos en los n52) son constantes. De ahí que los lectores tengan que hacer el esfuerzo de sumergirse en las colecciones en solitario de los protagonistas para enterarse bien de sus contextos, o vivir en esa ignorancia mientras leen Trinidad.
A pesar de estas dificultades, la trama presentada por Manapul sirve para conocer al trío protagonista desde una perspectiva más cercana a nosotros, dejando la vertiente superheroica en un plano accesorio. El guionista quiere profundizar en las personalidades de Diana, Bruce y Clark. Y para ello acude a quienes mejor les conocen: ellos mismos. Este primer arco les lleva a ponerse cara a cara con sus contrapartidas infantiles, que son quienes mejor expresan sus propios miedos y dudas. Con Superman, además, se establece un interesante paralelismo con su actual situación personal.
Hasta el momento Manapul ha tenido el acierto de no dejarse llevar por las soluciones más evidentes y ha aguantado la tentación de poner al trío protagonista ante enemigos que solo entienden de golpes. De hecho, hasta el desenlace del cuarto capítulo no descubrimos quien es el villano al que deben pedir que rinda cuentas. Francis Manapul está tejiendo una historia que sin ser ninguna panacea para el género, ofrece los suficientes ingredientes para que los lectores se den por satisfechos.
Aunque el verdadero reclamo de esta colección que comienza lo encontramos en el apartado artístico. El propio Manapul es el encargado de ilustrar los dos primeros números, dando rienda suelta a su imaginación para conseguir una composición de páginas muy dinámica. Se apoya incluso en los logotipos de los personajes para componer las viñetas a partir de ellos. Visualmente la colección es muy atractiva. Ya en Trinidad #3 Manapul cede los lápices. En este le acompaña Clay Mann, que tampoco se queda corto y juega cuanto puede con las páginas. Y no menos espectacular es Emanuela Lupacchino en Trinidad #4, aunque es cierto que se muestra algo más conservadora en algunas páginas (sobre todo en la parte final del episodio) que daban pié a jugar bastante más.
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