Y, el Último Hombre: Libro Dos

Y, el Último Hombre. Libro Dos: Viaje a través de nuestras inseguridades

Y, el Último Hombre #2

«Soy la única madre que aún tiene a su hijo«

 

La positiva sorpresa que me llevé con la lectura del primer volumen de la reedición que está llevando a cabo ECC de Y, el Último Hombre se ha tornado en sincera admiración con esta segunda entrega. Brian K. Vaughan condensa en un cómic unas reflexiones y unas llamadas de atención hacia los puntos débiles de nuestra sociedad tan potentes que resulta imposible dejarlos de lado. Las andanzas de la doctora Mann, 355 y el descocado Yorick en este segundo volumen siguen siendo un canto al feminismo, sí, pero también encuentran hueco para reflejar temas como el belicismo, el poliamor, las teorías conspirativas… además de temas mucho más universales como pueden ser el suicidio o el ansia por superar las expectativas de los demás hacia nosotros mismos.

 

Todo ello sin renunciar a un relato apasionante sobre el viaje de tres personas bien distintas en motivación y maneras de ver la vida a través de unos Estados Unidos reducidos a la mínima expresión y que luchan por mantener su identidad pese a haber visto no sólo su población reducida a menos de la mitad, sino con su imagen de gran imperio del mundo contemporáneo hecha añicos en un contexto en el que las naciones dejan de mirar más allá de sus fronteras, abrumadas por las catástrofes que las asolan pueblo a pueblo y casa a casa. Lo vemos bien en ese magnífico doble capítulo sobre una compañía teatral en el medio-oeste norteamericano. El progresismo intelectual de las artistas nómadas contrasta con la lucha desesperada de la ‘alcaldesa’ por agarrarse a los viejos roles de género como una manera de evitar afrontar unos nuevos tiempos más libres, pero también más complejos y peligrosos.

 

«Tu esperma es la última esperanza de la raza humana«

 

En este número se profundiza especialmente en la psicología de Yorick en un capítulo perturbador y complejo que obliga al protagonista a reexaminar su vida y plasmar ante nuestros ojos algunos de sus momentos clave. Sus inseguridades, sus traumas, sus miedos y sus deseos son la base de un capítulo que realiza una radiografía del personaje y le obliga a posicionarse frente a sus actitudes para decidir si quiere evolucionar o quedarse anclado en el momento presente. Tras él, es la doctora Mann la que más evoluciona (su actitud reservada invitaba a una cierta explosión momentánea como la que vemos cuando la atrapan) e incluso 355 nos deja entrever parte de su historia, aunque Vughan aún nos hará esperar algo más antes de descubrirnos sus secretos. Entre medias, de nuevo, el guionista presenta a un crisol de personajes profundos y reales a los que se les coge cariño rápidamente y de los que no tardamos en despedirnos. Natalya, las gemelas, P.J., la troupe del teatro… son personajes secundarios, pero disponen de un trasfondo lo suficientemente rico como para ser protagonistas de sus propias historias. Hay mucho trabajo y cariño detrás de cada trama, y eso el lector lo agradece.

 

Y, el Último Hombre: Libro Dos

Y, el Último Hombre: Libro Dos

 

Mención aparte merece la dibujante canadiense Pia Guerra. Su arte, junto a colaboraciones de otros artistas, para esta colección es fantástico, pero es en esta segunda entrega (de cinco) cuando he caído rendido a sus pies por completo. Su trabajo en el capítulo sobre Yorick del que hablaba antes y la manera en que ha capturado el alma de cada personaje a lo largo de la historia hacen que nos sea imposible imaginar la serie dejando pasar de largo el trabajo de Guerra. Y, el Último Hombre acumuló premios y nominaciones en las galas Eisner a las que fue asistiendo durante su serialización y parte del mérito hay que otorgárselo a esta sensacional artista.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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