Sobrevivirán a la pandemia y a la crisis que llegará después quienes sepan evolucionar y reinventarse.

Esta frase, que se pronuncia tan a menudo actualmente en el mundillo de la aviación en el que un servidor se mueve para pagarse las lentejas, se puede aplicar a otros muchos campos. A las relaciones interpersonales, al pequeño y gran comercio, al mundo del espectáculo, a la restauración, al turismo y, por qué no, al mundo creativo y editorial. Quien sepa (y, por supuesto, quien económicamente pueda) adaptarse al nuevo mundo que emerge de la situación más aterradora que ha vivido nuestra generación de niños acomodados será el (o la) que se lleve el gato al agua en cada segmento. La verdadera carrera no está en salir del confinamiento, que también, sino en predecir hacia dónde se dirige nuestro futuro y actuar en consecuencia.

En la Shonen Jump ya llevan con esta filosofía desde hace algún tiempo. Aunque One Piece permanece inalterable como buque (chiste malo) insignia de la revista, la marcha de Bleach hace ya unos años por sus escaso éxito en las últimas sagas y el final de Naruto (y el fracaso que ha supuesto la nueva serie de su autor, Masashi Kishimoto) han dejado a la superventas de Shueisha temblando y con un hambre voraz de nuevos éxitos. Estos han terminado por llegar (en la actualidad Guardianes de la Noche, que en España edita Norma, bate récords con cada nuevo tomo y My Hero Academia, en manos de Planeta en España, triunfa por todo el mundo), pero la excesiva dependencia de la editorial hacia sus bestsellers les ha enseñado a ir abriendo un hueco en la revista cada vez más grande para la experimentación, a la caza no sólo del próximo gran éxito de ventas, sino de los nichos de mercado que puebla esa extraña clase de lectores que se alejan del mainstream, pero que son extremadamente fieles a su serie o series favoritas.

Fruto de esta experimentación han llegado a nuestras manos maravillas como Chainshaw Man (que, si esta cuarentena termina alguna vez, publicará Norma Editorial), que se alejan del shonen puro que siempre ha prevalecido en la revista y se adentran en un terreno gris entre este género y el seinen. La muerte, que nunca llegáramos a ver en toda su crudeza en series como Dragon Ball y One Piece, se abre paso y se van redefiniendo los límites entre lo que es políticamente correcto y lo que no, tensando mucho la cuerda en un país de límites tan marcados como lo suele ser Japón. En esta misma ola llega surfeando Undead Unluck, la opera prima de Yoshifumi Tozuka que pone sobre la mesa a una joven al borde del suicidio y a un hombre obsesionado con morir en su primer capítulo.

Y el humor no se hace esperar.

Undead Unluck

Resulta que él no puede morir. Y resulta que ella le trae la peor de las suertes a todo aquel que la toca. Y claro, él (Andy) quiere acercarse todo lo posible a ella para poder librarse de la maldición que lo ha mantenido vivo durante los últimos siglos. Y ella (Fuuko) encuentra un motivo para vivir a través de la única persona a la que su poder no aterra.

Lo que sigue no podía ser más shonen. Una organización secreta que les persigue, villanos de todas las formas y colores y con poderes de lo más llamativo, clasificaciones… Y normas, muchísimas normas que descubrir, sobre los límites del poder de Fuuko, sobre el partido que le puede sacar Andy a su regeneración instantánea de miembros cercenados, sobre el motivo por el que ambos personajes existen… Pero por más shonen que sea el maquillaje que el autor le da a la obra, Undead Unluck es un manga que no habríamos imaginado en esta revista veinte años atrás y que, sin embargo, hoy cautiva a todos los que vamos cayendo poco a poco en sus redes (catorce entregas ha publicado hasta el momento Manga Plus en su web y su app en España). Quizás no sea éste un shonen tan rompedor como el del chaval que se fusiona con su demonio/motosierra, pero es la muestra de que Shueisha ya no tiene miedo de experimentar para seguir siendo el gigante editorial del siglo pasado en el mundo de los confusos años 20 de la centuria actual.