Seguimos adelante con Las ocho muertes de Spiderman, la saga arácnida ligada a Un mundo bajo Muerte y que sirve aventura de transición antes de que el nuevo equipo creativo asuma las riendas de la cabecera protagonizada por Peter Parker tras la despedida del guionista Zeb Wells.
«No parece de los que se rinden«
Una de las derivadas más inesperadas del contexto que propone Un mundo bajo Muerte es que personajes habitualmente ajenos a la magia se ven obligados a recurrir a esta y aprender sus entresijos. Lo hemos visto con la mente científica por excelencia del Universo Marvel, Reed Richards, y lo estamos viendo con Spiderman. Es cierto que Parker ya ha coqueteado con anterioridad con las artes místicas, pero nunca siendo él quien lanzase los hechizos. Este es uno de los grandes atractivos de la saga, ver a Peter metido de lleno en una empresa que en apariencia está en las antípodas de quién es y cómo trabaja, pero que a fuerza de verse obligado a hacerle frente, acaba adaptándose con enorme éxito. La pregunta que surge es, ¿conservará algo de este conocimiento mágico una vez concluida la saga? Sería interesante y ciertamente divertido ver a Spiderman apoyándose en determinados hechizos mágicos en su día a día como vigilante.
De nuevo tenemos tres episodios, aunque esta vez solo dos duelos, o un duelo doble, según se mire. Spiderman ha de hacer frente a dos hermanos (a los que ya conocimos en el tomo anterior) que otra vez requieren de algo más de sus puñetazos con la fuerza proporcional de una araña. concretamente, estos dos duelos exigen de Peter una enorme resistencia.
Y contra lo que pudiera parecer viendo la portada de Ed McGuinness y Marcio Menyz nos enfrentamos a unos capítulos (sobre todo el segundo y el tercero) de corte muy personal. Spiderman está soportando una fuerte presión, sigue sin contar con toda la información (Extraño se guarda mucha información más por inoperancia de los guionistas que por requerimientos de la narración) y empieza a plantearse la futilidad de tanta lucha. El dilema que se propone, siendo algo por lo que nuestro protagonista ha pasado ya unas cuantas veces a lo largo de toda su trayectoria, aporta un interesante matiz de perspectiva que bien llevado podría dar mucho juego.
¿El problema? A la vista de las trampas en las que incurren los autores para que la aventura avance, todo hace pensar que dicho dilema se resolverá por arte de magia. Y es que esta segunda entrega de Las ocho muertes de Spiderman constata la actitud lúdica y ligera de la saga. A los guionistas les da igual desdecirse con tal de que la historia no pierda ritmo y los giros transmitan sorpresa al lector. Los detalles y las consecuencias son intrascendentes; a fin de cuentas, esta es una aventura de transición, se sabe así y no ambiciona nada más.
Se disfruta, pero sabe a poco, las cosas como son. ¿Remontará en las dos entregas que quedan? Difícil, pero nunca imposible.

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