Panini Cómics recupera, dentro de su línea Marvel Saga (en tapa blanda), una de las historias más descarnadas de la siempre celebrada y polémica etapa de Joe Michael Straczynski, autor capaz de darnos a personajes como Morlum (figura imprescindible para entender el Universo Spiderman de Dan Slott) y de invocar pecados que nunca deberían haber salido a la luz. De vuelta al negro es prácticamente el canto del cisne del autor al frente del trepamuros. Un canto para recordar.
«Oh, lo haré. Dije que iba a matarte, y lo haré«
Venimos nada menos que de Civil War, evento capital en la trayectoria arácnida por todo lo que supuso para Peter Parker (empezando por su desenmascaramiento público) y por las imprevisibles consecuencias a largo plazo que aún hoy siguen sin haberse resuelto de una manera satisfactoria (hablamos, cómo no, del Mefistazo). Este volumen se detiene, precisamente, en una de las derivadas capitales que, a la larga, darían pie al entuerto del descasamiento de Mary Jane y Peter: la muerte de tía May.
El tomo arranca justo con la entrañable señora con un balazo en el abdomen y un desesperado Peter sosteniéndola entre sus brazos. Una imagen crucial que marca el tono absoluto del relato. El eterno optimismo e ingenuidad de Parker es puesta a prueba. Resulta muy interesante porque a diferencia de otras tragedias (la de Gwen, por ejemplo), esta atenta contra la misma línea de flotación ética de nuestro protagonista. May es la figura materna que le guía en todo momento en la dirección correcta. Es a quien quiere proteger y enorgullecer, a quien no quiere decepcionar por nada del mundo. Incluso cuando murió Ben, ella estaba ahí para cuidarlo y darle esperanza.
Ahora, sin embargo, con May al borde de la muerte, Peter está en una delicada y peligrosa posición. Perder a una madre es perder el hogar, es verse a solas con el mundo. Ya no hay nadie a quien acudir en busca de consuelo o comprensión. Pero tampoco hay nadie a quien rendir cuentas si actuamos mal. No hay a quien decepcionar. En un cierto sentido, doloroso y muy personal, la pérdida de los padres nos libera y nos aparta para siempre de la niñez. Desde un plano individual e íntimo, nuestros actos ya no tienen consecuencias morales; no afectan o suponen una losa para nadie más que nosotros mismos. El equivalente a perder a un padre es perder a un hijo. Es perder una parte de uno mismo. Es una herida que se enquista para siempre.
¿Y cómo actúa Peter ante esta perspectiva? Rompiendo su código moral, ese que siempre le ha impedido no ya matar, sino utilizar una fuerza excesiva al pelear o pegar y torturar sin compasión. La vuelta al negro, pues, es el reflejo del estado emocional del protagonista, negro de rabia y dolor, incapaz de ver más allá de la oscuridad que se cierne sobre él. Frustrado ante la imposibilidad de hacer nada por su tía, busca anestesiar el dolor en el consuelo efímero de la venganza.
Este Spiderman no busca justicia. Le da lo mismo. Solo quiere venganza. Trasladar su dolor a otros, aunque sea mediante huesos rotos u órganos perforados. Sobre el papel puede chocar esta actitud por parte de nuestro «amistoso vecino», pero es un tratamiento honesto y coherente hacia el personaje. Straczynski describe su humanidad desde una emoción sin filtrar, desde la sinrazón del corazón herido. ¿Cómo actuaríamos nosotros en su lugar?
No debemos pasar por alto tampoco que -de una manera accidental y tangencial- este drama es consecuencia de las decisiones de Peter. Su mayor miedo, el poner a su familia en la diana si se descubriese su identidad, cobra forma. Así pues, en el comportamiento impulsivo y vengativo del personaje, hay una perversa noción autodestructiva, de inflingirse un castigo a sí mismo. Y es al final, al pararse a pensar por un momento, cuando toma consciencia de lo perdido que está y de lo lejos que ha llegado cegado por la ira y el dolor.
Y ya en segundo plano hay otros dos personajes con gran importancia para contextualizar las circunstancias de Peter. De una parte está Kingpin, uno de los más siniestros que recordamos; quien sirve de monstruo en el armacio, de demonio al que exorcizar y que ofrece a Ron Garney las mejores páginas de su carrera. De otra parte encontramos a Mary Jane, el hilo de esperanza y cabeza que evita que nuestro protagonista pierda el norte por completo y atempera su dolor recordándole que, a pesar de todo, no está solo.
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