«Es un mal día para algunos de los peores seres humanos sobre la faz de la Tierra«
Pues ya estaría la serie de Jason Aaron preparada para su salto de fe final. La cacería que hemos visto emprender a Frank Castle a lo largo de toda esta colección culmina en este número con una espiral ascendente de asesinatos a lo largo y ancho del globo terráqueo a través de los cuales el Castigador parece querer poner punto y final a su vínculo con la Mano, pero que no son sino una extensión de su ira infinita y de su adicción a la violencia y a la muerte de los que el considera como merecedores de castigo. Así, vemos como el ex-marine va extendiendo su cruzada de traficantes y asesinos de masas a futuros delincuentes que aún no se han dado a conocer. Porque cuando ya no deberían quedar nombres en la lista de objetivos, Castle se da cuenta de que necesita más, que no se puede quedar sin su dosis de agresividad.
Esto lo vemos genial recogido una vez más en los flashbacks al pasado que nos llegan de la mano de Paul Azaceta (del presente, recordemos, se encarga de forma magistral el español Jesús Saiz). Ahí vemos a un Frank Castle que ha de recurrir a las ejecuciones públicas que aún se estilan en los Estados Unidos para poder satisfacer su sed de sangre una vez se ha retirado del servicio. Se acabó la imagen de Castle que se nos había vendido siempre de un ex-soldado que tan sólo buscaba la paz y la redención por una vida de violencia cuando aconteció el tiroteo que acabó con las vidas de su mujer y sus dos hijos. Aaron y Marvel se han propuesto derribar esa estampita de justo castigador que han hecho suya los grupos de ultraderecha y colocan en su lugar la de un hombre con unas claras conductas psicopáticas que utiliza el asesinato de los malvados como una mera justificación de sus ansias de violencia.
«Las noches después de una ejecución se quedaba dormido nada más llegar a casa«
El propio Aaron se atreve en esta entrega a asestar la puñalada ‘definitiva’ a quienes han tratado de llevarse a este personaje a su terreno. Así, tras una serie de matanzas que termina por llegar a los medios, se nos desvela como la opinión de las masas se divide entre quienes censuran esta orgía de violencia y quienes aplauden cada nueva ejecución de los peores seres que pueblan la Tierra. Hasta el punto, se nos dice, de que algunos de estos han comenzado a adoptar su símbolo como si de una clase de hermandad se tratara. Como si ponerte la camiseta del Castigador te diera permiso para dirigir tu violencia contra quienes consideres que merecen tu castigo, sean éstos delincuentes o, simplemente, personas de otro sexo, raza u orientación sexual.
El cómic desemboca en algo que ya todos nos temíamos desde hace bastantes números atrás. A partir del mes que viene, y durante las dos entregas que quedan de la colección, veremos a Castle batirse en duelo con los Héroes más Poderosos de la Tierra mientras que su esposa toma verdadera consciencia del monstruo en el que se ha convertido su marido. Serán dos entregas que marquen el inicio de un hiato de duración indeterminada para las aventuras de este justiciero dentro de la editorial. Marvel podría haber optado por mandar al frigorífico a Castle sin pasar por la serie que ha traído a España Panini, pero de alguna manera había que pasar por esta deconstrucción para impedir que ciertos enajenados contemplen todo este movimiento como el nacimiento de un mártir más que añadir a sus locas historias conspiranoicas.
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