«Has sido un buen chico. Cierra los ojos«
Pues nada. Así, con una portada tan anodina como la que acompaña a estas líneas, se despide Jason Aaron de los Vengadores seis años después de hacerse con las riendas de la principal cabecera heroica de la Casa de las Ideas. Con un cómic que hace honor a lo loca, rara (a veces inexplicable) y por lo general aburrida que ha sido la etapa de este autor al frente de los Héroes Más Poderosos de la Tierra. Aún seguiremos disfrutando (sin ironías) de los guiones de Aaron durante un par de números de la serie del Castigador que está publicando Panini, pero después habremos de despedirnos de un guionista muy bueno con los grupos pequeños, pero algo más caótico cuando su colección ha dado la bienvenida a todo aquel que ha querido ayudar a salvar el planeta. Finaliza el contrato que tenía el escritor en exclusiva con Marvel, así que ahora tocará buscarle en sus próximos trabajos independientes: lo cual siempre es una buena idea, porque no hay mejor lugar para recuperar las fuerzas y la inspiración que en las propias creaciones, libres de las ataduras y condicionantes de una gran editorial.
Volviendo al cómic que nos ocupa hoy. Toda la acción y los fuegos de artificio que hemos ido contemplando hasta la fecha conducen a una enorme y gigantesca NADA. Mefisto logró llegar en el número anterior al destino que con tanto ahínco buscaba y ahora nos encontramos con que no sabe qué hacer con él aparte de utilizarlo como una excusa para inmolarse de una manera llamativa. El Doctor Muerte Supremo hace lo propio, dejándose engañar por una treta sonrojante y… ya estaría. Lo que sigue es un enorme tomo sobre fontanería multiversal que me ha hecho girarme varias veces en busca de la cámara oculta que estuviera grabando esta tremenda broma de cómic.
«Supongo que las cosas han salido bastante bien para el bueno de Orbe«
No sé si al guionista le han parado los pies ante un cambio para el Universo Marvel demasiado bestia cuando las Secret Wars están recientes o si él mismo se ha echado para atrás al darse cuenta del enorme marrón que les iba a dejar a sus sucesores, pero lo cierto es que Los Vengadores #53 (#154) es un enorme quiero y no puedo. Nos presenta la ruptura de un muro que contiene a una de las fuerzas destructivas más bestias de la Creación, pero se apresura enseguida a taponarlo con lo que sea, incluyendo un sacrificio final que tiene aún menos sentido que todo lo que hemos leído previamente (porque, oye, estrellar un coche de manera aleatoria en una cueva es la mejor manera de taponar un montón de fugas en una presa) para que nada de lo que aquí haya ocurrido tenga el más mínimo impacto sobre los sucesivos guionistas de esta cabecera.
Me da pena, porque de verdad que me encanta este guionista, pero lo cierto es que me alegro de que esta etapa llegue a su final. Lo necesitábamos nosotros y lo necesitaba un Jason Aaron al que le ha bastado hacerse con una serie limitada sobre un único personaje ara demostrar que no está para nada oxidado, sino simplemente cansado de tanta amenaza inconmensurable y tantos personajes rogando por su momento de foco. Ahora les toca el turno a Jed MacKay y C.F. Villa y un servidor ya no quiere hacerse ilusiones, por más que esté disfrutando con la actual etapa del guionista al frente del Caballero Luna. Recemos para que los Héroes Más Poderosos de la Tierra vuelvan a tener tramas a la altura de su importancia editorial.
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