«Siento mi sangre convertirse en un mar azotado por la tormenta«
Jason Aaron tuvo su gran idilio con Marvel cuando le dejaron ponerse al frente de la serie de Lobezno. A partir de ahí le hemos visto en cosas muy buenas (su Doctor Extraño), buenas (su larguísima etapa en Thor), malas (sus Vengadores) y terribles (sus Vengadores son tan malos que necesitaban las dos últimas categorías). Por lo general, hemos podido llegar a la conclusión de que si a este guionista le damos un solo protagonista o un grupo de personajes relativamente manejable, hace maravillas con ello, pero que si le obligamos a enredar con la continuidad de la editorial con grandes series o personajes con muchas ramificaciones, el pobre se nos pierde y decolora. Esto ha hecho que Aaron acabe un poco cansado de la Casa de las Ideas (actualmente tiene más proyectos fuera de ella que dentro) y que ésta haya terminado aprendiendo que debe llamarlo para cosa muy concretas.
La penúltima, por ejemplo, fue todo un éxito: Aaron aceptó el reto de coger al Castigador, llevarlo a un punto quizás demasiado cercano a la villanía y, a partir de ahí, tratar de rescatarlo para convertirlo en algo distinto que la editorial pueda reutilizar en el futuro sin sentir la vergüenza de que unos cuantos descerebrados hayan hecho suyo su símbolo y sus métodos en los Estados Unidos de América. Algo parecido pasa ahora con Namor. El personaje lleva en una espiral descendente desde tiempos de Jonathan Hickman y sus Secret Wars (curioso que ahora que vuelven a estar de moda se trate de recuperar al personaje, ¿no?). Namor ya partía con mal pie, precisamente, de las series mutantes que emergieron de Cisma y se volvió muy oscuro durante aquellos Vengadores vs. Patrulla-X que escribiera Aaron hace una docena de años. Las Incursiones de Hickman terminaron por convertirlo en la imagen de un rey capaz de cualquier cosa para salvar su reino y cuando el propio Aaron lo recuperó para sus (ejem) Vengadores, fue para convertirlo en un villano que, además, nunca terminó de definir, pasando a convertirse simplemente en un amargado rey de una nación que languidecía ante la contaminación de los mares.
«Yo huía de ellas como su fuesen leprosas«
Es precisamente a este rey sin corona y encerrado en una cárcel humana al que nos encontramos en este Namor: El Último Rey de Atlantis #1. Jason trata de hacer las paces con el personaje y para ello lo arroja a un mar despiadado en el que siete contendientes se enfrentan entre sí para hacerse con el derecho a sentarse en el trono que dejó libre nuestro protagonista. El problema es que la guerra civil submarina se está alargando y las principales víctimas son aquellos que no escogieron bando y aquellos que nunca se han podido defender. Es por la defensa de estos débiles que Namor vuelve una vez más a repartir leña, sin una verdadera intención de hacerse con un trono al que ha terminado odiando.

Namor: El Último Rey de Atlantis #1
Con esta excusa Aaron se monta un doble relato que nos habla de la infancia del personaje a la vez que lo va siguiendo por las profundidades del océano actual. Así, un poco como ocurriera con la miniserie de Punisher, vamos comprendiendo mejor al Namor de hoy en día a través de las aventuras y desventuras de un Namor más joven e ingenuo, pero igualmente tratado como un extraño tanto por los atlantes como por los humanos. La serie, que contará con tres entregas en España de la mano de Panini, espera no sólo recuperar al personaje comiquero, sino también, en parte a aquel que quedara tan desdibujado en la segunda entrega de las aventuras wakandianas en la gran pantalla.
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