Jason Aaron, autor al que en sus buenos tiempos al frente de los designios de la Patrulla-X, nuestro querido RJ Prous idolatraba cual dios pagano, se atreve con la dificilísima misión de crear un relato en torno a Bizarro (un reflejo corrupto y algo atontado de Superman) que supere los prejuicios de buena parte de la audiencia respecto al denostado villano. Superman: Yo, Bizarro, publicado en España por ECC Ediciones, cumple sobradamente con sus intenciones y nos regala un auténtico relato de terror.
«¡Quemamos estos libros por la libertad!«
El punto de partida es tan sencillo que resulta sorprendente que nadie hubiera reparado antes en él, o al menos que no lo hubiera explotado en profundidad. Si Bizarro es el opuesto de Superman y la magia es una de las mayores debilidades del hombre de acero, ¿no debería ser una de las mayores fortalezas de su reverso? Esto es justo lo que explora el guionista de Scalped, como un Bizarro henchido de poder mágico pone contra las cuerdas a Kal-El.
Por motivos que no se explican, el planeta de Bizarro ha desaparecido, así como todos sus seres queridos, incluyendo a su Lois y su hijo. Cegado por la rabia, el villano busca a quien considera responsable, su opuesto, para acabar con él. No necesita más motivación. Dolido por la pérdida y su mala suerte, en contraposición al hombre de acero, ve en este la raíz de sus problemas y destruirle «equilibraría» las cosas. Aaron apela a las emociones para no tener inventar un argumento con trampas y planes enrevesados que justifiquen el maquiavélico plan de turno. En una miniserie como esta, de tan dolo tres episodios, cimentar el conflicto en las emociones es lo más inteligente, pues todos, en mayor o menor medida, podemos sentirnos interpelados por ellas y somos capaces de entender las motivaciones que hay en ellas. Entendemos el dolor de Bizarro y, aunque no apoyemos sus actos, podemos comprender porqué lo hace.
Bajo este planteamiento, Aaron desarrolla una aventura que también juega en el campo emocional. Usa el terror como arma para generar la sensación de amenaza y la tensión desde el mismo momento en que Bizarro se planta ante Superman. Si ya ver al villano imbuido de poder mágico nos obliga (tanto a lectores como a Clark) a pensar en nuevas estrategias para hacerle frente, las acciones que lleva a cabo con estas habilidades recién adquiridas suponen unos de los mayores hitos del -casi siempre- incomprendido personaje.
En este momento el guionista apuesta por un relato en el que el pijameo se pone al servicio de la supervivencia y el terror, en un escenario con tintes prácticamente apocalípticos. No es nada nuevo, lo hemos visto en la misma DC Comics en elseworlds como DCsos o DC contra vampiros. Lo interesante de Yo, Bizarro es como el condicionante del acotado escenario -esta es una historia de Superman, no un gran evento, con lo que la amenaza está circunscrita a Metropolis- da a Aaron la oportunidad de pensar de otra forma y hacer de la necesidad una virtud.
De esta manera, mientras la situación se va recrudeciendo sin que los héroes sepan dar con una solución, Superman ve cómo ha de hacer frente al mal provocado por Bizarro en su propio ser. De repente, la supervivencia de nuestro protagonista pasa a ser capital para poder salvar el día. Y la batalla no se libra tanto en las calles de Metropolis, que también, sino en la mente de Superman, que lucha con uñas y dientes para evitar convertirse en su opuesto.
Aaron concibe un relato tan corto como intenso, con espacio incluso para uno de los cliffhangers más inesperados -y eficaces- que recordamos en los últimos tiempos. El autor escribe una aventura que no solo está a la altura del mejor legado del hombre de acero, sino que se postula como una de las historias más relevantes de la trayectoria de Bizarro. ¿Influirá en futuros acercamientos al villano? Estamos convencidos de que así será.
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