«¡El crío está cubierto de sangre?«
Resulta complicado imaginar qué clase de amenaza pueden suponer unos simples vampiros para un Hulk en plenitud, pero resulta que el gigante verde de Marvel está de viaje por los Estados Unidos de América y, durante el mismo, resulta que los cielos se han vuelto oscuros y los vampiros, otrora recluidos durante las horas del día campan a sus anchas por todas partes a lo largo y ancho del mundo. Así pues, a Phillip Kennedy Jonhson le toca ponerse el gorrito de crossover y sacarse de la chistera una historia de vampiros que mantenga a Hulk/Banner en la carretera al tiempo que permita a la trama seguir avanzando por donde su autor quiere que transcurra y con ese ritmo al que nos hemos acostumbrado de pequeñas historias autoconclusivas que se van entretejiendo en algo mucho mayor y más grotesco.
Así pues, el guionista nos cuenta una historia de sueños perdidos más allá de la frontera con México y de los terrores que acechan en las frías noches del desierto de Arizona, una historia que persigue a su protagonista hasta nuestros días, que obliga al goliat esmeralda a salvar la papeleta una vez más (con otra de las transformaciones ultra-desagradables que se nos están ofreciendo en esta etapa) y que tiene muy poco más por ofrecer. Y mira que hasta la portada, de Nic Klein, me resulta molona y atractiva, pero lo cierto es que el autor se limita a cumplir con el expediente (y a hacer más grande la herida que permanece entre Bruce Banner y Hulk) esperando a que llegue el mes que viene para poder ponerse con su historia sin paréntesis que le valgan.
«¿Mi Miguelito tuvo una vida mejor?«
Porque con el regreso de los crossovers a la Casa de las Ideas (y a Panini ya de paso) no sólo vuelven las historias que complementan, explican y enriquecen al evento principal, sino que también regresan todos esos tie-ins que tan poco echábamos de menos, en los que el guionista de turno no sabía muy bien qué hacer con tal o cual personaje en las circunstancias que le venían siendo dadas por la editorial. La estructuras de este capítulo es sencilla: Banner llega a un pueblo abandonado (un viejo set de películas del Oeste), se encuentra con una NADA SOSPECHOSO último habitante que bebe zumo de manzana, éste le cuenta su triste historia, fundido en verde, Hulk aplasta cráneos de vampiros del desierto.
Lo bueno es que pega con lo que hemos leído hasta el momento dentro de El Increíble Hulk de Johnson. Lo malo es que sin Charlie de por medio la serie corre el peligro de convertirse en un disco rallado que sólo acierte a repetir un mismo argumento repleto de violencia. Por suerte el mes que viene regresa la historia principal a recordarnos de qué iba esta serie que tanto nos estaba gustando. Esto sólo ha sido un simpático interludio rico en plaquetas y glóbulos rojos.
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