«Esto es el proceso. Confía en el proceso«

Hablar de Hulk, sobre todo en los tiempos modernos, supone hablar de salud mental. Pasa lo mismo con otros muchos héroes modernos de la Casa de las Ideas (o la práctica totalidad de los de la Distinguida Competencia únicamente en su miniserie de Héroes en Crisis). Tony Stark con su alcoholismo, Legión con su trastorno de identidad disociativo, Thor y sus problemas de confianza a la hora de sentirse -o no- digno de portar el martillo que le legó su padre, el Capitán América lidiando con el tema de representar a un país que puso a Trump de presidente… Bruce Banner sufrió malos tratos durante su infancia. Muchas veces era víctima de la violencia directa de su padre y otras era simplemente torturado al ver sufrir a su madre a manos de el pirado de Brian Banner. Él, al igual que Legión o que el Caballero Luna, ha terminado desarrollando un trastorno disociativo de la personalidad que se agrava cuando nos encontramos con que su yo infantil y su yo que guarda toda la ira reprimida hacia su progenitor comparten el cuerpo de su super-poderoso alter ego verdoso.

Es por ello que en los cómics de Hulk suele estar bastante presente el tema de la terapia, con Doc Samson a la cabeza de quienes han tratado de que Banner haga las paces con las otras facetas de su personalidad. Sin embargo, cualquiera pensaría que, tras sesenta años conviviendo con el goliat esmeralda, Bruce habría aprendido a convivir de una manera un poco más eficaz. Pues no. No es así. Volvemos una y otra vez de forma recurrente a la idea de Hulk y Banner como entidades separadas y a enfrentarnos a la enfermedad mental de Banner como algo incurable e impredecible. Cada vez que algún autor trata de ‘arreglar’ al personaje, llega otro para deshacer cualquier progreso y volver a sumergir a la dupla Banner/Hulk en la confusión y el enfrentamiento. Es lo que ha ocurrido con la llegada de Donny Cates, que con el comienzo de este nuevo arco argumental (puede que, de hecho, el último o penúltimo dado que en Estados Unidos ya se ha anunciado a su recambio) deja claro que no piensa volver al punto donde dejó Al Ewing al personaje, si no más bien al contrario: sume a Banner en un estado cada vez más profundo de negación de la realidad.

«Oigo el desprecio en su voz. Obviamente cree que he perdido la cabeza«

Ahora la nave (del misterio) Hulk aterriza en un planeta repleto al parecer de criaturas irradiadas con gamma y al autor se le ocurre la brillante idea de titular a la trama Hulk Planet para que no nos creamos que esta es la tercera entrega de Planet Hulk. La gracia es que esto es intraducible al castellano, así que aquí volvemos a tener un Planeta Hulk, lo que no resulta confuso para nada. Pero lo interesante se encuentra justo antes del aterrizaje. En la cabeza de Banner vemos como el científico ha elegido desdoblar a cada una de sus personalidades para que le ayuden a pilotar la nave en que ha convertido el cuerpo de su alter ego monstruoso. Porque para él es así de fácil. Puede separar sus personalidades sin esfuerzo, pero enfrentarse al trauma de du infancia seis décadas después le sigue resultando igual de imposible.

Hulk #9 (#124)

El número de este mes es meramente introductorio de lo que tiene que llegar, pero me comienza a aburrir bastante pronto. Saber que Hulk sigue de gira espacial sin que ésta parezca tener la más mínima consecuencia sobre la evolución del personaje no podía darme más pereza. Darme cuenta, además, de que Cates abandonará la colección antes de que acabe 2023 no hace sino convencerme de la inutilidad de seguir leyendo esta aventura.