«Esta vez ni te escondes cerdo pervertido«
Debería ahora mismo ponerme a echar carretillas de estiércol sobre el manga que nos traen Takahiro y Yohei Takemura. Debería seguir en la línea con la que comencé hace unos meses a la hora de hablar del primer número de este manga que edita Norma Editorial y decir que no es más que una excusa para mostrarnos a chicas con aspecto de menores ligeras de ropa (o en pelota picada) y en poses claramente sexuales (a unos niveles que jamás había visto en un manga que no se auto-declarase hentai). Pero no puedo. No puedo porque van tan de frente los colegas que me cuesta horrores hacérselo notar. Porque lo saben, saben qué clase de producto manejan y no tratan de adornarlo con pseudo-filosofía barata o profundas reflexiones ni de esconderlo bajo una historia más o menos interesante (como, por ejemplo, ocurre con el manga de Murciélago).
Van tan a saco que incluso tienen la osadía de incluir, al final de cada volumen, un listado de sus momentos favoritos de cada entrega (reconociendo que el fanservice está ahí para ‘animar’ a la chavalada que lee la historia). En el fondo tengo que aplaudir esta actitud, porque Demon Slave es un manga que no engaña en ningún momento. Vais a ver demonios, hay un esclavo y, como la portada de su segundo tomo nos muestra, hay ropa interior y chicas con una clara tendencia a quitársela en presencia del protagonista para parar un tren. Y como el cómic es honesto en este sentido, es complicado que caiga en su lectura alguien que no venga buscando específicamente estos ingredientes. Si te gustan los coches con conductores rápidos y furiosos te ves las películas de Vin Diesel y compañía, pero si te gustan los dramas victorianos y te pones a ver una, probablemente la decepción que te lleves sea por tu propia culpa.
«Vaya recompensa más lasciva«
Y poco más os puedo contar. La trama de Demon Slave es simple como el mecanismo de un botijo. Tenemos entre manos un shonen de peleas con poderes clásico a cuyas mecánicas apenas han dado alguna vuelta. Hay un misterio por ahí esperando a que alguien lo descubra, pero no pinta la cosa a que vayamos a tardar demasiado en descubrir de qué va el asunto. Sin embargo es un manga que lleva trece tomos publicados en Japón y que pronto contará con su propia versión animada. Me ocurre como cuando leí el manga de Las Quintillizas: veo que pertenece a un género que conozco más o menos bien, pero que ha ido invirtiendo cada vez menos esfuerzo con el paso de los años a la hora de ofrecer algo más aparte de esa parte picante que funciona como anzuelo para los adolescentes (y no tan adolescentes). Quiero creer que la historia irá ganando peso frente a esta caída en picado hacia la pornografía, porque si no no entiendo cómo ha podido este cómic aguantar más de cien capítulos en su país de origen.
Lo que sí que es cierto es que el dibujo de Takemura, más allá de las escenas subidas de tono, es MUY divertido y dinámico. La expresividad de los personajes y el carisma de algunos de ellos (esto ya entra dentro de los méritos de Takahiro) hacen que este manga no termine de entrar dentro de la categoría de placeres culpables, si bien no es una historia que uno pueda leer cómodamente mientras viaja en metro o autobús. Que Norma lo traiga ahora quiere decir que el anime lo podremos ver en nuestro país más pronto que tarde (con una animación bastante potente por parte del estudio Seven Arcs, por cierto), así que en vuestras manos está darle una oportunidad a esta guarrería antes de que llegue a nuestras pantallas.
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