Demon Slave #1

Demon Slave #1: Un mundo de ‘fantasías’

Demon Slave #1«Pues de ahora en adelante serás mi esclavo«

 

Cinco o seis páginas. Eso es lo que dura en Demon Slave la ilusión de que este nuevo shonen de Shueisha (que nos trae Norma Editorial) vaya a tratar sobre un mundo en el que se han invertido los roles de género. Menos de un capítulo antes de que la pequeña esperanza que pudiera nacer en nuestros corazones de leer una crítica inteligente a la sociedad actual se convierta en un festival de braguitas y chicas adolescentes en posturas de elevado octanaje sexual. A partir de ahí ya es decisión del lector. ‘Esto es lo que hay‘, parece querer decirnos el manga de Takahiro (guión) y Yohei Takemura (dibujo), ‘lo tomas o lo dejas‘. Si lo dejas tu vida seguirá igual, puede que encuentres mejore historias, o peores, si lo tomas te encontrarás con un shonen clásico, del estilo de harem manga que (y esto es una gran verdad) tan bien se vende siempre. Y es que, una vez reveladas sus cartas, Demon Slave no trata de engañar a nadie ni busca excusas baratas. Es un manga sencillo que (y esto es bueno) se lee muy rápido y se olvida con aún más velocidad.

 

Pero vayamos por partes. ¿De qué va Demon Slave? Pues va de un Japón en el que un buen día comienzan a aparecer unos portales dimensionales que llevan a una realidad ‘del tamaño de la prefectura de Tokio‘ (unos dos mil y pico kilómetros cuadrados, traducid eso a campos de fútbol). Hasta ahí todo bien, ‘más espacio para el nuevo Ikea‘ pensaréis algunos. Pero el problema es que en esa realidad paralela viven unos seres demoníacos a los que los humanos se les antojan un aporte de proteínas muy majo para la dieta. Es por ello que los japoneses bautizan a esta dimensión como Mato. ‘Ah, bien. Un manga más de batallas contra enemigos ultrapoderosos‘, diréis. Pero es que hay más. En Mato, un triste paraje de polvo y montes escarpados donde siempre parece ser de noche, también crecen unos frutos a los que el autor llama ‘Melocotones‘ (lo de frutas demoníacas ya estaba cogido) que otorgan los más diversos poderes de manera permanente a quienes los consumen. ¿A todos? No. Sólo a las mujeres.

 

«¡Solo me excito un poco al transformarme!«

 

Ahí está la pequeña luz de la esperanza que tan rápido se encarga este manga en apagar. Takahiro nos presenta un mundo en el que las mujeres dominan y los hombres viven a la sombra. ¿A la sombra? Bueno, tan a la sombra como pueden vivir ahora las mujeres. Es decir, quitando cosas tan locas como temas que recuerdan a los asientos reservados para blancos y negros de los Estados Unidos de hace unos años, tenemos una sociedad muy parecida a la actual, pero con los hombres sufriendo muchos de los obstáculos que ahora son ‘patrimonio’ de las mujeres. Pero, como os decía al principio del artículo, el mangaka apenas se detiene en este hecho, que parece ser aceptado con bastante resignación por parte del género masculino, y muy pronto pasa a lo que de verdad le interesa.

 

Demon Slave #1

Demon Slave #1

 

Y lo que le interesa es vendernos a un protagonista masculino que se ve arrastrado a Mato, que allí conoce a una de las mujeres (una adolescente como él, vaya curiosidad) que defienden nuestra realidad de los ataques de demonios, y que resulta que lo necesita para potenciar su poder. Porque su poder consiste en esclavizar a otros seres para que luchen por ella (o le sirvan de montura) aunque, a cambio, cuando finaliza cada batalla, tiene que recompensarles con algo que éstos deseen desde lo más profundo de su corazón. No hay problema cuando ella esclaviza a un ser que sólo busca saciar su apetito. El problema vendrá cuando esclavice a un vigoroso y lozano adolescente que sólo quiera cumplir una a una todas sus fantasías.

 

Lo dicho, para tomarlo o dejarlo. Sabéis a lo que os enfrentáis.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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