«Es mi regalito por haber aguantado tanto él solito«
A ver. Que ya me sé la respuesta. Que ya sabía donde me estaba metiendo y que si no quería ver más bragas que en una mercería que me debería haber puesto a reseñar el (bastante apetecible) cómic sobre la vida de Einstein que también publica Norma Editorial el mismo mes que este Demon Slave #5. Pero es que me resisto a dejar de lado este cómic. Tiene un funcionamiento muy parecido a unas cuantas series televisivas que yo me sé: comienza resolviendo rápido algo que quedó colgando del número anterior, prosigue con un desarrollo predecible y facilón y remata con un cliffhanger (o final en suspenso en castellano) de los que te obligan a leer un poquito más, no vaya a ser que en el próximo tomo… Y en el siguiente volumen repetimos.
La cosa es que Demon Slave derrocha potencial cuando quiere. Takahiro y Yohei Takemura se curran unas batallas muy molonas y muy shonen, pero las finiquitan enseguida, porque lo que interesa es desnudar por el motivo que sea a las chiquillas y porque aquí lo único que importa es el único chaval al que todas parecen querer trincarse sin que haya demasiados motivos de por medio. Por lo menos en esta ocasión se han dejado al personaje claramente menor de edad en casa… Bastante tienen con sustituirle con la propia hermana del protagonista, que aquí no le hacemos ascos a ninguna filia. Me mola la batalla de Sushu y Sahara contra Coco porque van con todo y porque su resolución es una sobrada de padre y muy señor mío (pero, oye, funciona). Pero inmediatamente después ponen a batallar a las hermanas Azuma contra Naon y lo que podría haber sido una batalla de inteligencias se convierte en un ME LO CARGO TODO y rebobina.
«¡Si es que eres un sol, Tenka!«
De mayor bajona me deja la que se preveía como la batalla principal. Kyôka se enfrente por fin al Unicuerno. El monstruo que la ha perseguido en pesadillas. La gran bestia que ha de derrotar para demostrar que ha dejado su amargo pasado atrás. Pero cuando esta batalla llega… los autores la opacan con la lucha entre Aoba y Tenka por el amor de un convenientemente maniatado Yûki. Al final no vemos prácticamente nada de esa pelea (que, además tampoco llega a terminar) y la de estas dos energúmenas termina de una forma extremadamente dramática (hasta la galería de miradas al futuro nos hacen pensar en algo muy hardcore), pero me da que luego los autores se arrepintieron sobre la marcha. Para terminar rematando con el antes mencionado e imprescindible giro de guión que marca el cambio de tomo.
Y vuelvo a lo que decía al principio. Vale, éste es un manga para el consumo de jóvenes más salidos que el pico de una mesa. Pero, ¿hay que renunciar a los buenos argumentos sólo por eso? Al final parece que cuenta más que al dibujante se le de bien dibujar gente en bolas que encontrar una buena historia que haga que todo lo demás valga la pena para cualquier clase de lector (dentro de un rango, claro). Si todo vale, al final esto se convierte en un festival de tetas y culos en el que la historia ni está ni apetece. Para eso casi mejor publicar un libro de ilustraciones con las escenas más locas que salgan de sus imaginaciones.
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