«Todos mis planes se han ido al traste«
Leyendo este último tomo me he dado cuenta de un par de cosas bastante obvias. Pero es que uno es como es y necesita un buen colchón de tomos para percatarse de las cosas. Eso y la edad. Y aquel golpe en la cabeza…
Bromas aparte, un detalle básico es que no podemos comparar los mangas ‘harem‘ que leíamos en los noventa con los de las primera década del presente siglo ni mucho menos con todo lo que ha venido después. Al igual que el shonen de darse de bofetadas ha evolucionado desde Dragon Ball hasta Guardianes de la Noche y las que le siguen después. Ha habido un largo camino desde el Love Hina que muchos recordamos con cariño y hasta Las Quintillizas o la locura de braguitas y situaciones picantes que suponen cosas como este Demon Slave que nos trae Norma Editorial o, a través de Ivrea, el aplaudido Ayakashi Triangle. Es otra época y el nuevo público ya no se contenta con las cosas que nos gustaban hace veinte o treinta años. Lo que antes nos parecía picante ahora es anodino y lo que otrora nos habría puesto los pelos de punta, actualmente es lo que busca un lector que necesita cada vez de ‘emociones’ más fuertes. Quizás habría un debate ahí, en dónde está el límite y qué pasará cuando el manga lo alcance (no estamos lejos y las ventas en Japón nos dan cierta idea), pero la cosa es como es.
Otro detalle, más simpático y menos cerebral, es que me resulta muy divertido ver este Demon Slave no como el sueño de cualquier tío salidísimo, sino como la pesadilla de uno que no lo está… O que al menos trata de no dejarse llevar por los instintos de su amigo el del piso de abajo. Yûki está tan dominado por las hormonas como puede estarlo cualquier adolescente y se comporta tal cual lo haría casi cualquiera de los que son el objetivo principal de este cómic. La gracia no está ya en las ‘recompensas’ que tiran de los más bajos instintos del pobre chaval, que se muere de la vergüenza cada día un poco más, sino el grupillo de seguidoras que se está echando sin ser demasiado consciente de ello y que, por lo que sea, también son en su mayoría adolescentes y víctimas de sus propios instintos recién despertados. Viendo todo este panorama, me parece que cuando más tranquilo está Yûki es cuando está luchando contra hordas de monstruos de Mato y no cuando tiene que lidiar con la jauría de lobas que tiene en casa.
«Aún hoy me parece apabullante«
Más allá de estas reflexiones, Demon Slave #9 resulta ser un tomo un poco más tranquilo que nos permite profundizar en algunos personajes, conocer a otros nuevos y obtener algo de diversión sin que haya demasiados heridos de por medio ni una necesidad exagerada de recompensas erótico-festivas. Me gusta particularmente Mira, el personaje que sale en portada de esta entrega, que cae en el cliché de la chica dura por fuera y blandita por dentro, pero que tiene alguna escena tan divertida que uno rápidamente persona lo facilón de su planteamiento. Y no olvidemos lo que decía al principio, Mira será para lectores de nueva hornada lo que para nosotros era, a lo mejor, Motoko en el manga de Ken Akamatsu.
Termina este tomo lanzándonos una imagen que puede elevar las cosas varios miles de grados (ya ocurrirá algo que lo pare en seco) y que, en el fondo, va a servir para abrir otro arco, uno más complejo me temo, dentro del manga de Takahiro y Yohei Takemura. Un manga que ha logrado su propia adaptación al anime este año (aún no se sabe si llegará a nuestras tierras) y que está funcionando mucho mejor de lo que cualquier viejo como yo podría haberse pensado.
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